En días pasados, en medio de la cuarentena, mientras descansaba un poco de la rutina de trabajo en la casa, pude ver en la televisión una comiquita que parecía estar dirigida a los niños, pero, mientras se iba desarrollando la trama me di cuenta de que su contenido era muy profundo y muy actual. Permítanme resumir en pocas palabras la trama de esa comiquita.
Era un pequeño pueblo francés donde el alcalde tenía un gallo que todas las mañanas a las 5:00 a.m. despertaba a la población con su quiquiriquí. Pero, había algunos pobladores que se quejaban de ese despertar tan temprano y el gallo captó esa molestia y estresado empezó a cantar cada día a una hora mas temprana. Por supuesto esto molestó a todos los habitantes y ante sus quejas, el alcalde tuvo que convocar una asamblea a fin de tomar una determinación al respecto. Cuando estaban en plena asamblea se presentó el alcalde de uno de los pueblos vecinos y le propuso a la asamblea un cambio: él tenía un asno que, según sus propias palabras, brindaba suerte y fortuna y podía cambiarlo por el gallo. Toda la población votó por esta propuesta y así se dio el cambio. El resultado fue que la población al día siguiente pudo dormir hasta altas horas de la mañana y, por supuesto, no trabajaron ese día. Pero, esta situación se fue haciendo cada día más una costumbre y el pueblo no trabajaba como antes y pasaba mas tiempo disfrutando del ocio que los invadía. Con el tiempo en el pueblo no se producía nada y se comenzó a vivir de los comerciantes del pueblo vecino que venían todos los días a vender sus mercancías. Se pueden imaginar la situación caótica que esto produjo. Permítanme dejar hasta aquí el resumen de la comiquita para comenzar mi reflexión de hoy.
Hace 56 años un hombre visionario, el Padre Emilio Blaslov, sacerdote misionero belga, dijo lo siguiente: “Nuestro trabajo es indispensable y el desarrollo normal de un país exige que todos los alimentos, vestidos y objetos corrientes sean fabricados en el país y no sean importados.” Como podemos ver, tanto la comiquita, como estas palabras del Padre Emilio, dejan bien en claro la importancia del trabajo para el desarrollo de un pueblo. Que triste es ver que en nuestro querido país esta situación la estamos viviendo de manera dramática y muchos de nuestros hermanos venezolanos mueren de hambre e inanición pues hemos perdido el sentido del esfuerzo que debemos tener para construir un país grande a través de nuestro trabajo. Estamos acostumbrándonos a esperar todo del gobierno de turno y realizar el menor esfuerzo posible para adquirir todos los bienes y servicios por nuestro propio esfuerzo. Estamos creando una población esclava del asistencialismo, incapaz de desarrollarse en su vida. Estamos cometiendo un pecado social contra la dignidad de la persona humana, creada por Dios para que cultivara y guardara la creación (Cf. Gn.1, 27-31)
La semana pasada, en mi anterior artículo, hablé de la urgencia de rescatar una buena educación para construir una sociedad venezolana más justa, humana y fraterna. También cité al Papa Francisco que nos convoca a elaborar un nuevo pacto educativo que permita un cambio en el mundo. Hoy, quiero resaltar que este cambio se dará si también educamos a nuestros niños y jóvenes en el valor y la importancia del trabajo para el progreso no solo personal, sino principalmente de la sociedad. Una educación que “nos eduque en solidaridad universal a un nuevo humanismo” (Papa Francisco. Convocatoria al Pacto Educativo) Es necesario que eduquemos a nuestro pueblo en un humanismo que nos permita rescatar esos valores que por muchos años se han ido perdiendo y, entre ellos, el valor del esfuerzo y del trabajo. Este es otro de los grandes retos que tenemos los venezolanos. Aun cuando se solucionen los problemas políticos y económicos en nuestro país, si no abordamos con decisión y responsabilidad este reto de la educación, todo lo demás será en vano. La riqueza de un pueblo no radica en los bienes materiales que éste pueda tener sino en la educación en valores que le de a su pueblo.
+ Mariano José Parra Sandoval
Arzobispo de Coro