La semana pasada reflexioné sobre esa misión que tenemos todos los bautizados de vivir la caridad en el mundo cotidiano. Muchos cristianos lastimosamente piensan que vivir su fe consiste en simplemente en ir a misa los domingos y a las misas de difuntos, leer las lecturas de la Eucaristía, acompañar las procesiones, tener un pequeño altar en su casa con algunas imágenes, pertenecer a un grupo apostólico, ser amigo de los sacerdotes y los obispos, etc. Esto no es malo, pero, no es suficiente. La fe no es solo para vivirla en lo interno de la Iglesia, sino que esa fe debe proyectarse más allá de las paredes del templo. Es lo que el Papa Francisco llama una “Iglesia en salida”.
Otra de las ideas que tenemos es que la actividad principal de la Iglesia es exclusiva de los Obispos, los sacerdotes y las monjas. Es decir que, según este concepto, solo este grupo de consagrados son la Iglesia o por lo menos, son los únicos que representan a la Iglesia. Nada es más falso que esto.
Por esta razón quisiera ahondar un poco más en lo que planteé en el artículo pasado. Por el Bautismo recibimos una misión: llevar la Buena Nueva a todos los pueblos. “Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos.” (Mateo, 28, 19) Allí no dice “algunos de ustedes que yo elegiré vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”. El llamado es universal: todos los bautizados. Por lo tanto, todos estamos convocados a ser “constructores de un mundo tal y tan verdaderamente humano que ante el Padre y ante los hombres sea ya en plenitud y de hecho, gloria de Cristo.» (MALAGÓN, Tomás. – Encuesta y Formación de militantes.- pág. 3)
Es decir, todos tenemos la obligación de ir impregnando con los valores del Evangelio este mundo tan lleno de males y pecados sociales. No podemos ser indiferentes a esta problemática. Esta convocatoria del Señor ha tenido vigencia durante toda la historia de la humanidad. Pero, hoy nos toca a los bautizados que vivimos en esta sociedad ser fermento de la Buena Nueva del Señor. No podemos ser indiferentes ante las injusticias, las guerras, los odios entre pueblos, el hambre que va matando a tantas personas, especialmente a los niños. Es imposible que no nos preocupemos de la cultura de la muerte que se está instaurando a nuestro alrededor: no importa el ser humano, ante él prevalecen los motivos económicos, ideológicos, grupales, partidistas. No importa que mueran personas víctimas de las guerras, de las injusticias, de las ideologías, del aborto, de la eutanasia etc. Lo importante es imponer pensamientos, ideologías, intereses económicos, entre otras cosas.
Pues bien, en ese panorama social los católicos, especialmente los laicos bautizados católicos tienen que cumplir la misión recibida del Señor. El docente en su escuela, liceo, universidad, el médico en su consultorio o en el hospital, el político, el obrero, el estudiante, etc. Todos debemos convertirnos en levadura del Evangelio.
Lo anterior nos lleva a tener en claro que los laicos deben convertirse en militantes de la fe. Hombres y mujeres que desinteresadamente luchen y se afanen por instaurar en la sociedad un ideal, por llevar adelante una empresa determinada, por difundir un modo de ser o de actuar acorde a los valores que el Señor Jesús nos dejó en el Evangelio. Esta es a misión del laico católico.
Para eso es importante que el militante católico tenga un conocimiento de la realidad a modificar. El laico católico debe tener los pies sobre la tierra y preocuparse por conocer en profundidad la realidad que lo circunda. Y frente a esa realidad necesariamente hay que establecer una estrategia y programar una acción transformadora. Pero, “No es acertado entender por militante solo el que cumple alguna de las condiciones anteriores (conocimiento de la realidad a modificar, asimilación de una estrategia e inmersión en la acción transformadora). Debe reflejar todos los ingredientes mencionados en un ‘estilo militante’, en una sensibilidad propia. Necesita como el aire la asociación, la contemplación, la acción transformadora; ve posibilidades evangelizadoras en todo lo que acontece, no ve bloqueos sino respuestas superadoras, vive entusiasmado del ideal cristiano, no le asusta el precio de la lucha por la justicia. (RODRIGUEZ PERALTA, María Isabel y MEDINA, Juan José. – La formación militante cristiana en el apostolado seglar.- http://www.solidaridad.net/vernoticia.asp?noticia=568.)
Por esta razón la Arquidiócesis de Coro está elaborando un Proyecto de Evangelización que nos permita a todos constituirnos en evangelizadores militantes, constructores de una sociedad más justa, más humana y más solidaria.
+ Mariano José Parra Sandoval
Arzobispo de Coro
14 de junio del 2020