Con anterioridad escribí acerca del compromiso que todo bautizado tiene de convertirse en fermento del Reino de Dios en nuestra sociedad. Hoy quisiera resaltar personas de distintas nacionalidades, de diferente edad, con misiones distintas, pero, que fueron conscientes de ese llamado que Dios nos hace a todos y que fueron ejemplares en vivir esa vocación de levadura en su tiempo, en su tierra y en su realidad. No es algo que resulte imposible de vivir.
Me refiero, en primer lugar, a nuestro beato, el Doctor José Gregorio Hernández. Este paisano venezolano, no fue sacerdote, aunque pensó en algún momento que Dios lo llamaba a serlo, sino que fue un laico, médico, profesor universitario, investigador y escritor. Si recorremos su biografía encontraremos que su vida no es algo excepcional, no es la vida de un ser extraterrestre o angelical. No. Fue un ser humano como cualquiera de nosotros. La única diferencia es que, partiendo de la fe que su familia le inculcó, le respondió al Señor comprometiéndose a ser fermento del Reino en el ambiente social que le tocó vivir. Como dice el Padre Arturo Sosa, Padre General de la Compañía de Jesús, su vida “demuestra la posibilidad de encarnar el Evangelio también en la sociedad venezolana de comienzos del siglo XX”.
Nos podemos preguntar en qué consistió su santidad y la respuesta es sencilla: trató de vivir iluminado por el Espíritu. En una sociedad donde los ejemplos de vida muchas veces son el pícaro, el malandro y el héroe, donde se valora la viveza criolla, el individualismo, la altanería, etc. el Doctor José Gregorio Hernández se nos presenta como la persona sencilla, cercana, generosa, desprendida, responsable, estudioso, honrado y honesto. Y todo esto porque había optado por Jesús que es el Camino, la Verdad y la Vida. Cuando se le indicó que su camino no era el sacerdocio, sino una vida laical al servicio de la gente a través de su profesión de médico le dijo a Mons. Castro: “Monseñor, me pongo enteramente a su disposición y haré lo que usted me aconseja. Mi fe me dice que por su boca Dios mismo me señala el camino que debo seguir.” (Duplá, Francisco Javier, s.j. – Se llamaba José Gregorio Hernández. – Edit. Distribuidora Estudios, 2011.- pág.80)
Por lo limitado del espacio que tengo, voy a traer a nuestra memoria un aspecto de su vida que nos muestra cómo José Gregorio Hernández sembraba la semilla del Reino.
Una anécdota de su vida muy significativa es su amistad con otra persona de su tiempo, de mucho prestigio, pero, que a pesar de tener pensamientos y creencias opuestas en algunas materias, se supieron respetar y lograron establecer una relación de amistad sincera. Se trata de sus diferencias con el Doctor Luis Razaetti. Este era partidario de la teoría evolucionista de Darwin y Lamarck e insistió para que la Academia Nacional de Medicina se definiera en esta materia. La Academia consiente en pronunciarse al respecto apoyando por una mayoría la posición del Dr. Razatti. Como es de imaginarse el Dr. José Gregorio Hernández vota en contra y deja en claro dos cosas: él es creacionista por su fe y considera que la Academia, viendo la historia, no debe adoptar como principio de doctrina ninguna hipótesis pues dificulta el progreso de la ciencia.
Años después el Dr. José Gregorio Hernández publicó su obra “Elementos de Filosofía”. Esta obra le dio pie al Dr. Razetti para afirmar que el doctor Hernández, “deísta, animista y católico ortodoxo – pero también hombre de ciencia” hacía declaraciones explícitas con respecto a la teoría evolucionista que él sentía que apoyaban sus ideas.
En efecto, El Dr. José Gregorio Hernández afirmaba en su obra que “La teoría llamada doctrina de la descendencia… es mucho más admisible desde el punto de vista científico… explica mejor el encadenamiento de los seres que pueblan el mundo y puede armonizarse con la Revelación… La primera operación de Dios… fue la creación de las fuerzas físicas y de la materia… y por una lenta y gradual evolución, se formaron los mundos siderales y también el nuestro… Luego creó Dios la vida…” (Citado por Duplá, Francisco Javier, s.j. – Se llamaba José Gregorio Hernández. – Edit. Distribuidora Estudios, 2011.- pág.99)
Con esta posición, José Gregorio se adelanta a su tiempo, pues, esta visión del creacionismo sólo lo admitirá la Iglesia unos 40 años más tarde con el Papa Pio XII. De esta manera, José Gregorio vivió su compromiso bautismal y sembró la semilla del Reino en el mundo de las ciencias y de la medicina. Bien lo dice el epitafio de su tumba: “Médico eminente y cristiano ejemplar, Por su ciencia fue sabio y por su virtud justo.”
+ Mariano José Parra Sandoval
Arzobispo de Coro
Santa Ana de Coro, 28 de junio del 2020.