En la homilía de la clausura del Año Santo de 1975, que tenía como lema: “renovación y reconciliación”, el Papa San Pablo VI propuso la construcción de una “Civilización del Amor”. Y esta expresión la siguió empleando hasta su muerte, en Agosto de 1978. Este término fue retomado por Puebla (642, 1188, 1192 y en el Mensaje, 8 y 9) y por el Papa San Juan Pablo II, en varias ocasiones. Y la Pastoral Juvenil Latinoamericana la ha asumido como su utopía.
Y ¿qué entendemos como la “Civilización del Amor”?
Al final del libro “Civilización del Amor. Proyecto y Misión. Orientaciones para una Pastoral Juvenil Latinoamericana”, los jóvenes de nuestro continente proponen un decálogo de la Civilización del Amor que nos puede dar una idea muy clara de lo que este término significa. Permítanme comentarlo para que podamos comprender lo que se nos propone.
La Civilización del Amor es conducida por ese Dios que nos ama y nos manifiesta su amor a través de la historia de la humanidad. Por esta razón sus discípulos debemos tener los ojos bien abiertos y los oídos bien atentos para descubrir en la realidad que nos rodea, los signos de Dios que nos van indicando lo que debemos realizar para ir poniendo las bases de esta utopía. El Señor Jesús en su Buena Noticia nos revela que, solo haciendo del amor nuestra ley, podemos lograr este Reino de Dios. El amor a Dios y a nuestro prójimo es el centro vital de la Civilización que Dios quiere que construyamos. Sólo con un corazón capaz de amar puede el ser humano transformar la realidad y “despojarse de la vieja levadura para ser una nueva masa”. (I Co.5, 7) Encontramos en el Evangelio que Jesús fue a la sinagoga de Nazaret y leyó el siguiente texto del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.” Y al terminar agregó: “Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír.” (Lc.4, 15 – 21) Este es el programa de Jesús: poner esperanza en los que sufren pues a Dios le preocupa el sufrimiento de la gente. Y en esta misión, igual que Jesús que fue ungido por el Espíritu, nosotros somos animados por el Espíritu Santo con su Gracia. Él nos ilumina y nos acompaña en esta misión.
En este nuevo orden social, respetamos profundamente la dignidad de todo hombre y mujer, amamos la vida y la defendemos de toda violencia, proclamamos y vivimos en la Verdad; la justicia es una bandera que debemos instaurarla en todos los ambientes para luchar en contra de toda esclavitud. Esto nos llevará a sembrar la paz, buscando la integración de nuestros pueblos. Y, como nos lo recuerda Cristo y el Magisterio de la Iglesia, optamos por los más pobres y débiles para promover un mundo solidario, donde todos podamos vivir con dignidad. El Señor nos habla de un Dios que no puede reinar en el mundo sino haciendo justicia a los más sufridos y excluidos; no puede ser neutral frente a un mundo cargado y desgarrado por la injusticia. Dios quiere introducir en nuestra realidad su justicia y su derecho para liberarnos de toda opresión.
Por lo tanto, en nuestra realidad venezolana, no podemos quedarnos indiferentes ante una situación que nos agobia y que hiere profundamente a nuestros hermanos más excluidos y marginados. No sólo la pandemia del Covid – 19 mata sin compasión, sino también el abandono generalizado que sufre la mayoría de nuestro sufrido pueblo por parte de todos aquellos actores que pueden transformar esta realidad. Por esta razón, nosotros los discípulos de Jesús no podemos vivir indiferentes ante estos hechos. El Señor nos interpela a través de estos signos a construir la Civilización del Amor. Sembremos el amor, la justicia y la paz en nuestra querida patria Venezuela. Sembremos la levadura de la misericordia, la bondad, la humildad y la mansedumbre,
Que María de Coromoto, nuestra Madre, Señora y Patrona nos ayude y acompañe en esta misión que se nos encomienda.
+Mariano José Parra Sandoval
Arzobispo de Coro