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Caracas.- Desde hace 166 años, la Iglesia celebra la gracia por la que Dios concedió a María ser preservada de todo pecado, desde su concepción. Es la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, declarada dogma de fe un día como hoy, el 08 de diciembre 1854, por el Papa Pío IX en su bula “Ineffabilis Deus”.

Cuando se habla de la concepción sin pecado alguno de María, se hace referencia a que desde su gestación en el vientre de su madre Santa Ana, María ya había sido pensada y preservada de todo pecado, pues Dios la había elegido desde el principio para ser la mujer de la que nacería el Mesías. Por lo tanto, no podría tener pecado alguno aquella por la que la Salvación misma, Jesús, entraría al mundo.

Así lo reseña la bula de proclamación del dogma, ya antes mencionada: “Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles”, señala el texto.

La Palabra de Dios y la ‘llena de gracia’

Aunque en las Sagradas Escrituras no se detalla explícitamente el dogma de la Inmaculada Concepción, se trata de una doctrina que la Iglesia recibe de los Apóstoles, como por ejemplo lo es el de la Santísima Trinidad. El dogma de la Inmaculada Concepción nace de la interpretación de la Palabra de Dios con la mirada de la Tradición Apostólica; ambos pilares de la fe cristiana.

Entre los pasajes en los que se puede encontrar referencia a la madre del redentor como preservada de todo pecado y aquella que recibe la gracia santificante de Dios, se encuentran Gn. 3, 15, en el que Dios declara la enemistad entre la serpiente y la mujer; Lc. 1,28, en el que el Ángel Gabriel al anunciar a María que daría a luz al Redentor, le dice “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. La traducción al español, sin embargo, pierde parte del sentido original que es aún más profundo, en el que usa la palabra griega “kecharitomene”, que implica abundancia de gracia, un estado sobrenatural y singular en el que el alma está en plena comunión con Dios, lo que sugiere que solo aquél que no tiene pecado, puede hallarse en tal plenitud. En Ap. 12, 1, que indica “la mujer vestida de Sol”, representando la santidad de la Iglesia que encuentra la virtud de la gracia en María. Es reflejo del esplendor que proviene de Jesús.

Es por los méritos de Jesús, que vendría a redimir al mundo de todo pecado, por el que ella es preservada de toda mancha. Recibió por adelantado los méritos salvíficos, pues la fuente de la Pureza (Jesús) no podría nacer sino en la llena de toda pureza. Solo aquella en plena comunión con Dios por su condición inmaculada, es capaz de responder con todo su ser a la Voluntad de Dios. Es la gracia de Dios la que exalta a María, por ello, a su vez María exalta a Dios, pues es de él de quien vienen todas sus virtudes. Así lo exclama ella misma, al recibir el saludo de su prima Isabel: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava. Desde ahora, me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Todopoderoso ha hecho grandes cosas por mí ¡Santo es su Nombre!” (Lc. 1, 46-19).

La primera redimida

Dios preparó un lugar puro en el que su hijo se encarnó para traer la Salvación. Es María misma la que recibe la gracia de la maternidad divina, ejemplo de cómo, solo por la gracia de Dios, es posible alcanzar la redención y la santidad. María fue libre de los deseos irregulares que orientan a pecar; nació sin la marca del pecado original y en vida, no cometió pecado alguno. Ella, siendo humana y con la libertad plena como la tenía, jamás ofendió a Dios porque su gracia le bastaba.

Por eso, celebrar la Inmaculada Concepción de María invita a la purificación del alma, a practicar la virtud de la humildad por la que la voluntad humana se hace una con la Voluntad de Dios y permite que su gracia habite en el hombre, y con él, permanezca Jesús. “La belleza incontaminada de nuestra Madre es inimitable, pero al mismo tiempo nos atrae. Encomendémonos a ella, y digamos una vez para siempre “no” al pecado y “sí” a la Gracia”; son las palabras del Papa Francisco en el Ángelus de este 08 de diciembre de 2020, con las que indica que seguir el ejemplo de María, es una invitación a que el Espíritu Santo inunde el corazón y permita recibir la gracia de la Salvación de forma plena.

“La doctrina de la Inmaculada Concepción de María expresa la certeza de fe de que las promesas de Dios se han cumplido: su alianza no fracasa, sino que ha producido una raíz santa, de la que ha brotado el Fruto bendito de todo el universo, Jesús, el Salvador. La Inmaculada demuestra que la Gracia es capaz de suscitar una respuesta; que la fidelidad de Dios sabe generar una fe verdadera y buena”. Benedicto XVI.

Prensa CEV
08 de diciembre de 2020