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En el año 2016 el papa Francisco en una reflexión acerca de la actividad pública de los laicos, traía a colación la siguiente expresión; «es la hora de los laicos», sin embargo, complementaba la frase diciendo; «pero pareciera que el reloj se ha parado». Estas palabras del papa Francisco estaban dirigidas al Cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina,  sobre la participación pública de los laicos en la vida de los pueblos y este mensaje era una clara invitación a todos los pastores a mirar al pueblo de Dios y recordar que todos entramos a la iglesia como laicos por medio del bautismo.

En ese mismo documento el papa expresa una idea muy clara; la cual se refiere a la importancia de escuchar y confiar más en la fe del pueblo: «confiemos en nuestro pueblo, en su memoria y en su olfato, confiemos en que el Espíritu Santo actúa en y con ellos, y que ese Espíritu no solo es propiedad de la jerarquía eclesial”.

Esta reflexión del papa Francisco se puede contextualizar con el momento que estamos viviendo todos los venezolanos, porque en unos días tendremos un beato que no es cura, ni es monja, un beato que será el primer laico venezolano en los altares, nada más y nada menos que el Médico de los pobres, el Dr. José Gregorio Hernández.

El Dr. José Gregorio Hernández vivió promoviendo la caridad, la fraternidad, el deseo de hacer el bien, un hombre entregado al servicio de los demás,  un laico, un hombre de la docencia, de la medicina y de la ciencia, un hombre que supo afrontar los retos de su época desde el rol que desempeñó en la sociedad, un hombre que encontró en la práctica de la medicina su manera de servirle a Dios.

Desde hace días en mi comunidad, en el barrio, en las redes sociales, en los grupos de whatsaap, en los medios de comunicación,  el tema predominante ha sido la beatificación del Dr. José Gregorio Hernández. Y, es que, este gran acontecimiento,  tan esperado por todos los venezolanos desde hace varios años, llega en un momento providencial, llega en un momento donde el país necesita ejemplos de vida cristiana, testimonios de fe, vocaciones entregadas a hacer el bien al prójimo, llega en un momento donde una pandemia ha sacudido con fuerza a toda la humanidad, llega en un momento donde todos los médicos, a pesar de las carencias, han estado en la primera línea frente a esa batalla que vivimos desde hace poco más de un año, llega en un momento donde los hombres de ciencia parecieran no encontrar la respuesta al problema sanitario que atravesamos hoy en día,  así,  en este contexto llega la beatificación del Dr. José Gregorio Hernández, un acontecimiento que viene a recordarnos que no importan las circunstancias del momento cuando se desea hacer el bien de verdad.

Venezuela recibe esta gran bendición en medio de una aguda crisis política, social y económica que ha azotado al país desde hace varios años, un país que se ha convertido en un lugar de supervivencia, donde pareciera haber quedado poco espacio para la esperanza, pero que, aún así vemos mucha gente aferrada a Dios, gente que se niega a perder la fe y a doblegarse ante tanta maldad, y hoy vemos un Dios que no se olvida de su pueblo y en medio de toda esta circunstancia, le devuelve la ilusión con un nuevo beato.

Tenemos un país que hoy más que nunca, necesita de gente buena que haga cosas buenas, Santos en el anonimato, pidámosle a Dios que nos dé gente así,  venezolanos como el Dr. José Gregorio Hernández, Santos de la cotidianidad, laicos que nos demuestran que si es posible alcanzar la santidad desde el espacio que te desenvuelvas, desde tu profesión y oficio, desde tus relaciones sociales, desde tus relaciones familiares.

La santidad no es exclusiva de curas y monjas, es por ello que, la beatificación del Dr. José Gregorio Hernández viene a ratificarnos que, es la hora de los laicos y el reloj debe empezar a andar.

Edixon Pacheco