Muchas veces hemos escuchado que en donde termina el límite de la ciencia, comienza el trabajo de Dios, y es que, sin duda alguna, hay cosas que, para los humanos, por su sabiduría limitada, no alcanzan a entender o explicarse, por eso existen lo que la Iglesia y las Santas Escrituras han denominado “Milagros”. Es esto una manifestación de la gracia de Dios que se da según el grado de fe de quienes han depositado su confianza en el todopoderoso, pero por lo general utilizan un intercesor, alguien con grados de santidad y que, si se quiere, les ayuda ante el Padre a concederles tal petición.
El recientemente declarado Beato José Gregorio Hernández, ha sido responsable de muchas alegrías en el pueblo venezolano, quien le ha atribuido innumerables favores concedidos, por lo que su fama de santo trascendió de tal manera, que, sin ser aprobado por la Iglesia, ya muchos lo apreciaban como el santo de los pobres.
Es el caso del Señor Alexander Arroyo, feligrés de la Parroquia Ntra. Sra. de la Merced de Coro, quien cuenta la experiencia de fe que vivió con su hijo y que precisamente le atribuye este hecho milagroso al Beato José Gregorio Hernández. Su niño, para aquel entonces de 2 años de edad, presentó derrame interno en un pulmón, el cual requería de una operación, por lo que le hicieron una serie de exámenes médicos y estuvo hospitalizado 15 días esperando ser intervenido, pero la junta médica decide darlo de alta sin explicación alguna, pero sus padres lo veían muy mal y temían por la vida de su niño, pues no consideraban que en casa pudiera mejorar, ya que no tenían las condiciones para atenderlo como en el hospital.
La preocupación del padre, lo llevó a suplicar a José Gregorio Hernández su intercesión por la sanción de su hijo antes de que lo dieran de alta, contaba que lo hacía silenciosamente mientras subía y bajaba las escaleras del Hospital Universitario de Coro, orando incesantemente ante el miedo y la desesperación de perder a su hijo, así estuvo por dos días, en intensa súplica.
En la madrugada del día que lo iban a dar de alta, la madre del Niño se queda con él en la habitación y siente que abren la puerta y ve entrar a una persona con vestimenta de médico a quien no pudo divisarle el rostro, lo revisó y luego salió, a los minutos entra una enfermera sin orden médica y le hace una trasfusión de sangre al niño, y desde entonces el pequeño se recuperó milagrosamente, pues le practicaron nuevamente exámenes médicos y todo salió en perfectas condiciones.
Más allá de esta experiencia de amor y devoción, más allá de un milagro, es lo que las personas comienzan vivir desde que atraviesan por estas circunstancias, su visión de la vida cambia, sus perspectivas de la fe comienzan a tener un nuevo horizonte, a fortalecerse y crecer hasta el punto de adherirse completamente a Dios, se podría decir que comienzan un proceso de conversión, gracias a el ejemplo de los santos de la Iglesia. El Señor Arroyo, se vio comprometido y en deuda con José Gregorio, y desde entonces procura practicar el bien, ayudar los demás y mantenerse en pie con buena actitud, porque ese milagro tiene ya 24 años de edad, por lo que está eternamente agradecido con quien considera su santo de cabecera.
En la conversación sostenida con este feligrés hizo mucho hincapié en la fe, de hecho la posicionó como la forma más idónea para alcanzar los propósitos en la vida, pero también dejó claro que esto lo aprendió del mismo José Gregorio, por su historia de vida, por su ejemplo de vocación, inclusive por su muerte tan emotiva para todos los que lo apreciaban, es decir, este insigne hombre ha sido su principal educador en la fe, con él ha sabido rezarle a Dios, acercarse al servicio y encontrar razón a lo que hace.
Sin duda, el verdadero fin de estos hechos sin explicación científica van más allá de sanar físicamente a alguien, su propósito es que la gente crea, se sume al proyecto de salvación y sean uno más de los aliados de Dios aquí en la tierra. Muchos son los testimonios que dan fe de la devoción por este cristiano ejemplar con fama de santidad que llegó a los altares con ayuda de sus fieles, quienes hoy por hoy son resultado de los milagros del Beato.
Redacción José Alberto Morillo
Prensa Arquidiócesis de Coro