El mundo entero se encuentra viviendo una situación muy compleja desde el punto de vista político e ideológico. Encontramos enfrentamientos muy fuertes y violentos entre diferentes posiciones ideológicas y políticas. En algunos países la ideología que prevalece es de extrema izquierda y en otros de una fuerte derecha y ambas con una fuerte tendencia populista.
El Papa Francisco lo afirma en el # 155 de la Encíclica “Fratelli Tutti”: “El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos. En ambos casos se advierte la dificultad para pensar un mundo abierto que tenga lugar para todos, que incorpore a los más débiles y que respete las diversas culturas.”
Y lamentablemente esta situación tiende a acentuarse cada día más. Ninguno de los dos extremos quiere ceder y ambos desean fuertemente aferrarse al poder para imponer su pensamiento y sus estructuras. Esta actitud en vez de brindarle solución a los pueblos y especialmente a los más excluidos de la sociedad, lo único que consiguen es profundizar más la herida.
Aristóteles afirma que, “la virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto”. Es decir, los extremos no conducen a nada bueno; por el contrario, van creando mayores problemas, divisiones, etc.
De nuevo el Papa Francisco afirma en la misma encíclica: “Los grupos populistas cerrados desfiguran la palabra “pueblo”, puesto que en realidad no hablan de un verdadero pueblo. En efecto, la categoría de “pueblo” es abierta. Un pueblo vivo, dinámico y con futuro es el que está abierto permanentemente a nuevas síntesis incorporando al diferente. No lo hace negándose a sí mismo, pero sí con la disposición a ser movilizado, cuestionado, ampliado, enriquecido por otros, y de ese modo puede evolucionar.” (FT 160)
Es necesario que tomemos conciencia de que de seguir estas posiciones nos encaminamos al abismo. En Venezuela lamentablemente estamos sumergidos en esta actitud. Los bandos opuestos no son capaces de buscar un cambio a través de un verdadero diálogo, sino que, por el contrario, se aferran a sus posiciones de manera intransigente.
Por eso es urgente que, como dice el Papa, busquemos una nueva manera de hacer política: “Necesitamos una política que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis.” (Encíclica “Laudato Si” # 197) Es fundamental “una sana política, capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas.” (Ibíd., 181)
Para eso es necesario el diálogo a fin de alcanzar como dice Aristóteles “término medio entre dos extremos malos”
Para el cristiano eso es algo fundamental porque el Señor Jesús en su Evangelio nos llama a vivir no en la división y la violencia, sino el amor y la comunión. Por eso el verdadero laico cristiano debe contribuir en la construcción de esa “civilización del amor” que consiste en sembrar la justicia y la paz. “Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad.” (FT 180)
Un ejemplo que tenemos los venezolanos en estos momentos es el Beato José Gregorio Hernández que comprendió que, como buen ciudadano, debía contribuir al bien común de su pueblo desde su propia profesión y sus propios conocimientos y cualidades. Por esa razón, vivió la medicina y la docencia como un servicio y no como medios para enriquecerse y aprovecharse para su propio beneficio. Y comprendió que el amor que le tenía a Dios, debía traducirse en el mayor servicio de sus hermanos, especialmente de los más necesitados.
Redacción Mons. Mariano Parra
Prensa Arquidiócesis de Coro