Dios ha regalado al beato José Gregorio Hernández a la Iglesia y al mundo entero como un signo de su presencia a favor de los enfermos y como ejemplo de humanidad perfeccionada en la fe y la caridad. En este hombre se hace explícita la voluntad de Dios de sanar a los enfermos, especialmente a los pobres, pero al mismo tiempo en él nos propone los valores del reino necesarios para superar la pandemia COVID-19.
La sagrada escritura nos enseña que “a Dios nadie lo ha visto jamás: lo ha contado el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre” (Jn 1, 18). Esta es una gran verdad de nuestra fe, que manifiesta por una parte, que siempre es más lo que desconocemos de Dios que lo que conocemos; y por otra, que únicamente Jesús, tiene el conocimiento pleno de Dios y por eso puede revelarlo.
La plenitud reveladora del Hijo Único de Dios no excluye que Él se sirva de hombres concretos para manifestarse a través de ellos. Entre estos hombres, los santos y beatos, ocupan un puesto singular, ellos al igual que la luna no brillan con una luz propia sino con la del sol, el sol que es Cristo (Cf. Lc 1, 67) y ellos nada más que roca y polvo, pero de tal modo inundados de una luz tan radiante que logran transmitirla a otros.
Ha dicho el gran teólogo von Balthasar: hay santos que la Iglesia da a Dios y santos que Dios da a la Iglesia. Estrictamente hablando, es Dios quien santifica a los hombres por medio de su Iglesia, no la Iglesia por sí misma. En este sentido todo santo o beato es dado por Dios.
Pero lo que quiere enfatizar el teólogo citado es que hay santos que de cierto modo “no tienen tanta trascendencia”, en medio de lo extraordinario que significa la santidad. Hay santos que en cierta manera “pasan desapercibidos” y responden a cuestiones muy puntuales, quedan circunscritos a un ámbito local, no dejan un legado espiritual a la posteridad, etc. Evidentemente todo esto lo afirmo parcialmente.
Por otra parte, hay santos en los que Dios se dice a sí mismo, santos desde los cuales Dios ilumina a la Iglesia y humanidad entera. El beato José Gregorio Hernández es ese tipo de santo en el que Dios se dice, en este caso, se revela como el que cura nuestra carne enferma por el COVID-19 y por la pandemia de la indiferencia y negligencia, mostrándonos los valores del reino que debemos vivir.
Ante la situación de pandemia que vivimos, donde el don sagrado de la vida se ha vuelto tan vulnerable, donde los medicamentos –por los altos costos y los sueldos miserables– son inaccesibles para la mayoría de los venezolanos, el Señor regala a la Iglesia y a la sociedad un beato médico, un hombre que se desgastó por brindar salud a los enfermos, sin esperar nada a cambio.
¡No es casualidad que tengamos un beato médico, “venezolano”, en tiempos de pandemia! es providencial. Con esta beatificación providencial Dios se sigue mostrando como amante de la vida, de la salud de todo hombre, especialmente de los más pobres, a los que los bonos-migajas que caen de la mesa de los que se creen amos no les alcanza ni para comer.
Además, Dios da un ejemplo de humanidad verdadera en José Gregorio Hernández. Él vivió los valores del reino: hizo suyos los dolores de los enfermos y el gemido silencioso de los últimos. Sin duda es un modelo para este tiempo que vivimos, donde a más de un año de pandemia siguen aconteciendo robos de medicamentos en hospitales, falta de inversión en el sector salud…
El médico de los pobres buscó desde la ciencia, la docencia universitaria, la oración y la caridad personal, alcanzar a todo hombre con el amor de Dios. He allí un modelo para una humanidad que apuesta por el descarte, para una Venezuela donde arbitrariamente se vacuna antes a los políticos que a los médicos, siendo que los primeros en ser vacunados deberían ser los más vulnerables: los ancianos y los que poseen enfermedades muy complejas que no resistirían el COVID-19.
No es prioridad hoy embellecer una plaza y ambientarla con música, pintar fachadas, arreglar calles… la única prioridad en este tiempo tan difícil es amar al hermano, de manera especial al enfermo y al pobre, solidarizándonos con ellos. Este es el mensaje que Dios nos da en el beato José Gregorio Hernández, sin duda, el más grande de los hombres que ha pisado el suelo venezolano y que hoy ilumina por su fe y caridad a la Iglesia y a la humanidad con los valores del reino.
Redacción Pbro. Albert Márquez
Prensa Arquidiócesis de Coro
15 de mayo de 2021