Muchos son los que conciben la santidad no solo como una mera concepción de fe, sino como acción permanente en sus vidas, que los lleva a un servicio incansable, a una vida consagrada y a dedicar tiempo, fuerza y creatividad al anuncio y vivencia del evangelio. Es cuestión de entender que, aunque todos nacen para la santidad, no todos viven y trabajan para ella, quienes lo hacen no solo se les nota, sino que inspiran a otros a hacerlo también, son a los que el Papa Francisco ha denominado “Los santos de al lado, los santos de a pie”.
Un ejemplo de ello es la señora Ada Teresa Partidas de Lázaro, mujer de 84 años de edad que nació en un caserío llamado Agua Clara, cerca de la población de Sabaneta, municipio Miranda del estado Falcón, perteneciente a una familia religiosa y muy numerosa. Desde niña se vio atraída por los asuntos de Dios, por lo que fue bautizada a los 5 años de edad y para la ocasión la vistieron de ángel, ante lo que el sacerdote comenta que era un ángel muy lindo y quietecito, así que ella le pedía con emoción a Dios todos los días que la llevara al cielo para ver a los ángeles y estar con ellos; una forma muy inocente de comenzar a sentir la santidad como un camino que lleva al Reino de los cielos.
Una vez inscrita en la escuela, comenzó a prepararse para recibir el sacramento de la comunión, el cual aceptó con amor y entendió el valor que debía darle, tanto que en su juventud fue muy recatada, tranquila y solo se dedicaba a las labores del hogar, las cuales aprendió a los 9 años de edad. Luego se casó a los 22 años con el que sería su pareja de toda la vida el señor Francisco Lázaro, con quien tuvo once hijos, se muda a Pedregal y de ahí se traslada a la ciudad de Coro, en la que reside actualmente.
Su vida apostólica la ejerce en la parroquia Ntra. Sra. de la Merced de Coro, incluso antes de su elevación canónica, pero no es sino hasta 1990 cuando Dios le da la oportunidad de formar parte de la Legión de María, y es así como nace un 17 de mayo el presídium Ntra. Sra. del Pila, al que permanece hasta entonces. Su historia de fe se centra en tres aspectos importantes: El servicio a los enfermos, promover la confesión como camino a la salvación y la catequización de los hijos de Dios con miras al matrimonio, aspectos que la han llevada a tener fama de santidad por las grandes obras de conversión que ha logrado en su vida de servicio.
Por su espíritu de legionaria, la señora Ada visitaba a los enfermos, pero no era una visita cualquiera, su propósito, aun sin pensarlo, era convertir a quienes visitaban para que Dios pudiera sanar sus almas, por eso cuando sabía de algún convaleciente salía a su encuentro y comenzaba su evangelización hablándole de Dios y luego los convencía de que debían confesarse, los preparaba diciéndoles: “Mire que cuando venga el sacerdote, no es él, es Jesús que lo perdonará a través de él y sanará todos sus dolencias” y a todos les decía lo mismo, hasta que aceptaban acercarse al sacramento de la reconciliación, convenciéndose no solo por sus palabras, sino por los resultados, pues, una vez confesados, milagrosamente se sanaban.
La señora Ada tiene la convicción de que solo a través de la confesión se puede sanar el alma, y si el alma está sana, todo el cuerpo lo estará. Muchas fueron las experiencias que contó de la sanación de personas tras la confesión, incluso con enfermedades terminales, pero la que más marcó su vida fue la de su esposo Francisco Lázaro, quien una vez enfermó y salió positivo a diabetes y ella le dice que antes de que fuese a colocarse la insulina acudiera a confesarse, una vez confesado y con oración permanente, la diabetes desaparece, por lo que su esposo comienza acercarse a Dios, años después, vuelve a enfermar, esta vez del corazón y requería colocarse un marcapaso, ella le dice jocosamente: “Ve Francisco, tú te vas poner el marcapaso, pero a ti gusta abrir la nevera, enchufar todo, te vas a morir, no vas a durar nada, anda a confesarte”, él obedece y luego de confesarse sana de su malestar, pero el sacerdote le pone como penitencia rezar la coronilla de la misericordia todos los días, y él le dice a su esposa que no se la sabe, a lo que ella le responde: “Yo sí, así que vamos a rezarla los dos”, desde entonces y hasta su muerte, el señor Lázaro rezó fielmente dicha coronilla y gozó de una vida en Cristo.
Se hizo famosa y muy querida por los párrocos por preparar a los enfermos para la confesión, y por la cantidad de enfermos que tenía a su cargo, los sacerdotes les restaban personas y se los cedía a otras legionarias, pero una semana después tenía hasta el doble de enfermos por visitar, pues su trabajo era geniudo, hecho amor, con verdadero espíritu de servicio, no le costaba nada salir a sanar almas con la oración, con el testimonio y la fe. No obstante, ella quería dejar un legado, y por eso se esforzó por incorporar a muchas personas a la legión de María y, con altos y bajos, pero con mucha convicción de fe, logró conformar entre siete y ochos presídium infantiles, juveniles y de adultos. También fue fundadora de comunidades base de su parroquia, las cuales pateó sus calles con camándula en mano y con la vista puesta en el cielo, así como la catequización de niños, adolescentes y adultos, estos últimos para el matrimonio, pues es la que ha logrado convencer a muchos de casarse y consagrar su unión a Dios santificando su hogar.
Es increíble como una persona puede hacer tanto por los demás, por estar cerquita de Dios, la señora Ada, es de las que siempre dirán: “Ya tiene el cielo ganado”, y no es simple expresión, es una realidad, solo bastaron minutos de una conversación para comprender que la santidad es un concepto que hay que creerlo, no solo aprenderlo. Una mujer que, como buena legionaria, reza el rosario al menos tres veces al día, a sus 84 años cuida su hermana enferma, tiene una lucidez increíble y aun quiere seguir salvando almas. Le inspiran las cosas de Dios y les pide que la ayude a ser santa, guarda una devoción especial por el Beato José Gregorio Hernández, a quien consagró un presídium juvenil.
La señora Ada es una santa de a pie, es un modelo de vida que muchos toman en cuenta para encontrar la razón de estar aquí en la tierra, de buscar el propósito de Dios en sus vidas, su testimonio impregna de esperanza en la posibilidad de alcanzar la santidad. Ante la pregunta de por qué hacía todo esto, ella respondió: “Porque me gustaba, parecía que me daban cosas sabrosas, me sentía satisfecha y feliz con lo que hacía”, es que así son los elegidos del Señor, siempre saciados de la gracia Dios, pero con ganas de más. Desde niña deseó estar en la presencia del Señor como angelito, pero el Señor quiso que este ángel permaneciera en la tierra para, como el ángel Gabriel, anunciar grandes noticias a muchos, haciéndoles sus vidas más felices y llenas de Dios. Muchas cosas no se contaron sobre esta valiosa mujer, pero aquí está un pequeño extracto de su maravillosa vida, sin duda, una historia que inspira.
Redacción José Alberto Morillo
Prensa Arquidiócesis de Coro
19 de mayo de 2021