Radio Guadalupana Online

Cuando la gente se dispone a lograr metas y objetivos, solo hace falta tener las ganas para hacerlo y vencer las adversidades, ese es el secreto para vivir feliz y a gusto con lo que se hace, con lo que se ha elegido para realizarse como persona y como profesional, entendiendo, de esta forma, que se ha tomado una buena decisión.

En efecto, las circunstancias y deseos personales conllevan a estudiar las opciones de vida y a tomar decisiones que direccionan a acciones concretas, las cuales pueden tener consecuencias positivas o negativas, pero lo importante es tener la madurez necesaria para asumirlas y aprender a disfrutar de los resultados obtenidos, pues, todo al final tiene que ver con procedimientos y resultados, tal como lo afirma la protagonista de esta inspiradora historia.

Mireya Antonia Clara de García, es una mujer realmente contable, no solo por el oficio que ejerce si no por su singular forma de proceder con la gente y obtener un buen resultado: la amabilidad, la sonrisa y la cercanía, cosas que muchas veces no se encuentran con frecuencia en los seres humanos, y más aún, en una sociedad transgredida por la dinámica laborar y la preocupación económica. Nació en Coro, estado Falcón, el 12 de enero de 1947, es la mayor de cinco hermanos, hija natural de Emilia Rosa Clara Rodríguez, quien fungió como madre y padre durante toda su vida. Describe su infancia como sana y muy normal para la época, cursó sus estudios de primaria en el Grupo Escolar “Juan Crisóstomo Falcón” y luego la secundaria en la Escuela Técnica Comercial “Pedro Curiel Ramírez” en la que obtuvo el título de Técnico Medio en Contabilidad.

Precisamente, en esta institución comienzan sus dos grandes facetas de vida: la amorosa y la profesional, pues ahí conoció a quien sería su amor de toda la vida y con quien luego contraería matrimonio, el señor Jesús Antonio García, se enamoraron cuando cursaban el primer año de secundaria, y entre carticas de amor y mensajitos de cariño, se fue fortaleciendo esta relación hasta llegar al altar el 17 de septiembre de 1976, a parir de entonces formó con él una bella familia, teniendo tres hijos, dos hembras y un varón, los cuales educó bajo los preceptos del amor y con una visión hacia lo grande, por eso los motivó siempre al estudio y en la actualidad son profesionales que se encuentran viviendo fuera del país.

Así mismo, al conocer en esta casa de estudio sobre la contabilidad, descubrió que eso era lo suyo, por lo que se esforzó por ser buena y preparada en este oficio, tanto que luego de hacer sus pasantías en el para entonces Banco Fomento, quedó trabajando en esta entidad bancaria por seis años, en la que recibió mucha formación en el área contable, destacándose significativamente, luego le ofrecen trabajar en la empresa automotriz “H Enrique” para llevar toda la parte administrativa y de contabilidad por 21 años, pero por cosas del Señor llega a la Curia Arquidiocesana en el año 2005 para trabajar en la misma área, institución en la que labora hasta entonces.

La señora Mireya cuanta que su antiguo Jefe, el señor Enrique Jaime, dueño de la empresa automotriz donde laboraba, era el encargado del Museo Arquidiocesano Monseñor Lucas Guillermo Castillo de Coro, y le pedía a ella que le ayudara con la parte de la contabilidad de dicho museo, una vez que muere Monseñor Francisco José Iturriza, ella decide entregar la responsabilidad ante la Curia, y es ahí donde le proponen formar parte del departamento de administración de esta institución. Asegura que su permanencia allí, ha sido una bendición, en ella ha conocido grandes personas con las que ha fraternizado, orientado y ayudado con alegría, esta institución representa para ella una segunda casa, una familia en la que disfrutar estar.  

Sin duda alguna, la contabilidad para la señora Mireya ha sido su trampolín para el éxito, aun cuando no estudió ninguna carrera profesional, todo lo que ha dado a la sociedad, ha sido porque sencillamente ha sabido aprovechar las oportunidades que Dios le ha brindado para aprender y demostrar lo buena que puede llegar a ser desde sus habilidades y talentos, siempre con humildad y sencillez, sin buscar pretensiones desmedidas. Es un modelo fidedigno de lo que es trabajar por un propósito claro para obtener los resultados esperados.

Esta mujer de grandes valores, es muy querida por sus compañeros de trabajo, le adjudican la preparación del mejor café, es una especie de madre que acompaña, orienta, regaña y expresa sus opiniones con claridad y empatía, pues su objetivo es ayudar a los demás a entender que el tiempo pasa rápido y si no se invierte en algo no se habrá hecho nada, es decir, es cuestión de discernir lo que se quiere y se desea en la vida y cuán dispuestos se está para lograrlo. Lo que más le inspira es su familia, por ella trabajó incansablemente y lo sigue haciendo, por lo que espera envejecer con tranquila, se define con una persona sensata y clara en lo que es su visión de las cosas, es feliz con lo que hace y con lo que tiene y busca que los demás lo sean.

En definitiva, muchas personas viven sin sentido, sin algo claro, pero la señora Mireya ha dejado constancia, con su ejemplo, que para poder encontrar sentido a lo que se hace hay que tener un horizonte transparente de lo que se quiere lograr, pero más aún, tener la valentía para seguir adelante aun cuando los años pasen, sin embargo, si algo se ha hecho, se sabrá disfrutar de un buen resultado, tal como la ha expresa esta gran mujer con una historia que inspira.

Redacción: José Alberto Morillo

Prensa Arquidiócesis de Coro

26 de mayo de 2021