A los Sacerdotes, Diáconos Permanentes, Religiosos y Religiosas, Seminaristas, Catequistas, Comunidades Cristianas Parroquiales, Grupos, Movimientos Apostólicos y todos los fieles católicos de esta Iglesia Particular.
“Y no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Nueva de Cristo Jesús cada día en el templo y por las casas” (Hech.5, 42)
Queridos hermanos,
Hace un año les dirigí mi primera carta pastoral donde los invitaba a involucrarse de manera generosa y seria con el Proyecto de Renovación Pastoral que estamos elaborando en nuestra querida Iglesia Arquidiocesana.
Lamentablemente las circunstancias que se han venido viviendo en nuestra sociedad han hecho que este proceso se haya detenido un poco, de manera muy puntual. La crisis económica, social y política ha representado un obstáculo muy serio que no nos ha permitido realizar muchas de las actividades que teníamos programadas. Hay que agregar además que la pandemia ha sido otro fenómeno mucho más fuerte que nos ha detenido en nuestro caminar.
Pero, todo eso debemos verlo como un “signo de los tiempos” que nos invita a descubrir cuál es la voluntad de Dios en estas circunstancias y a qué nos convoca el Señor.
Una de las muchas enseñanzas que podemos sacar de estas realidades que nos ha tocado vivir, es que las actividades multitudinarias se han tenido que suprimir para evitar el contagio del Covid 19, lo cual ha llevado a que las familias puedan compartir más tiempo en comunión familiar. Ellas, en este tiempo de cuarentena, tienen una hermosísima oportunidad de relacionarse con mayor profundidad. Este es un momento muy especial para redescubrir cómo la unión enriquece inagotablemente la vida familiar. “Nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana” nos dice el Papa Francisco (Papa Francisco, “Fratelli Tutti 87).
Lamentablemente, a la familia en la actualidad le cuesta mucho disfrutar de su tiempo, estar juntos y crecer afectiva y espiritualmente. Son muchos los obstáculos que esta sociedad le pone para realizar todo su potencial y cumplir la misión que se le ha encomendado. Por eso, este tiempo de cuarentena debe ser un tiempo que nos permita brindarle a las familias una acción que las lleve a una reflexión, a un cambio y una esperanza.
Recordemos el evangelio que nos narra la ida de Jesús al desierto durante cuarenta días que le permitió prepararse a través de la oración y el ayuno a la misión que Dios Padre le había encomendado. Este es un tiempo en el cual las familias pueden aprovechar para orar y ayunar de los comportamientos y actitudes que les impiden crecer en el amor.
Por estas circunstancias hemos pensado que es necesario trabajar el concepto de “Iglesia Doméstica”. Ya desde el tiempo de los apóstoles, la familia fue muy importante en la existencia de la Iglesia. Así encontramos que en la Iglesia primitiva había dos tipos de asamblea en las cuales participaban los discípulos de Jesús: “Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas…Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo.” (Hech..2, 46-47); “Y no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Nueva de Cristo Jesús cada día en el templo y por las casas” (Hech..5, 42) San Pablo en su carta a los Romanos, cuando saluda a Prisca y Aquila dice: “Saluden, igualmente, a la Iglesia que se reúne en su casa” (Rm.16, 5) Por lo tanto, para San Pablo la casa de Prisca y Aquila es el lugar donde se reúne la comunidad de los discípulos de Jesús, en la que reside la plenitud de la Iglesia.
El Catecismo de la Iglesia nos dice: “Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. La Iglesia no es otra cosa que la «familia de Dios». Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que, «con toda su casa», habían llegado a ser creyentes (cf Hch. 18,8). Cuando se convertían deseaban también que se salvase «toda su casa» (cf Hch. 16,31; 11,14). Estas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un mundo no creyente.” (Catecismo de la Iglesia Católica 1655) Y más adelante añade: “La familia es la célula original de la vida social” (Catecismo de la Iglesia Católica 2207)
La Iglesia doméstica es el origen y está en la base de las primeras comunidades cristianas y, en consecuencia, de la Iglesia. Por lo tanto, la Iglesia es una gran familia, formada de familias.
La familia es esa sociedad donde el hombre y la mujer se donan mutuamente en el amor y en el don de la vida. Por esto, la vida familiar es la iniciación a la vida en la sociedad. De igual manera la familia cristiana constituye la “célula fundamental” de la parroquia, de la arquidiócesis y de la Iglesia Universal. Así el Concilio Vaticano II en la Constitución Lumen Gentium, número 11, llama a la familia “Ecclesia Domestica” donde los padres deben ser los primeros anunciadores de la fe para sus hijos. San Juan Pablo II en su encíclica “Familiaris Consortio” 49 llama a la familia “Iglesia en miniatura”.
El Papa Francisco nos dice que en el matrimonio “los esposos son consagrados y, mediante una gracia propia, edifican el Cuerpo de Cristo y constituyen una iglesia doméstica (cf. Lumen gentium, 11), de manera que la Iglesia, para comprender plenamente su misterio, mira a la familia cristiana, que lo manifiesta de modo genuino” (Amoris Laetitia 67) Y más adelante afirma: “En la familia, “que se podría llamar iglesia doméstica” (Lumen gentium, 11), madura la primera experiencia eclesial de la comunión entre personas, en la que se refleja, por gracia, el misterio de la Santa Trinidad. <<Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida>>” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1657)” (Amoris Laeitia 86)
Como nuestra fe cristiana no es una filosofía, sino una nueva forma de vivir y de ser según la Buena Nueva que nos dejó el Señor Jesús, en la familia han de verse los signos del Evangelio, marcando toda su vida y viviendo la comunión en el amor. La familia no es iglesia doméstica solo porque en ella se practiquen los sacramentos y vayan a misa los domingos. Es eso y algo más. El modelo de la familia como Iglesia doméstica es la primera comunidad cristiana. En esas primeras comunidades todos los miembros eran corresponsables los unos de los otros como los miembros del cuerpo humano (Rm.12, 7-11). Vivían en íntima comunión fraterna, con un solo corazón y una sola alma (Hech.4, 32) Se alimentaban de la Palabra proclamada (Hech.2, 42) y practicaban la oración comunitaria (Hech.2, 42.46) Su centro era Jesús Resucitado y de Él procedía la comunión. Además, compartían el pan material y el Pan Eucarístico. Vivian la caridad, el perdón y la corrección fraterna. Pero, esa caridad se proyectaba hacia los más pobres, excluidos y débiles del pueblo.
La vocación de la Iglesia Doméstica es evangelizar ad intra y ad extra. Está llamada a ser testimonio del amor de Dios a través de la convivencia, vivir los valores cristianos, constituirse en educadora de los mismos y educar en la oración y en la lectura orante de la Palabra de Dios. Debe ser la institución que prepare al ser humano para la vida en la sociedad civil y en la comunidad eclesial.
El Santo Padre, el Papa Francisco nos invita a que lleguemos “a las familias con humilde comprensión” y acompañemos” a cada una y a todas las familias para que puedan descubrir la mejor manera de superar las dificultades que se encuentran en su camino»” (Amoris Laetitia 200)
Teniendo en cuenta todo lo que hemos dicho y para seguir nuestro camino de comunión del Plan de Evangelización y Renovación Pastoral, hemos decidido en comunión con la Vicaría Episcopal de Pastoral y el Equipo Arquidiocesano de Animación Pastoral (EDAP) llevar a cabo una Jornada de Evangelización de la Familia Doméstica en la cual se integren todos los secretariados y Movimientos de nuestra Arquidiócesis y que tendrá una duración de un año.
Esta Jornada tendrá como objetivo promover el acompañamiento, la evangelización y la vivencia de la fe en los hogares, fortaleciendo así la Iglesia Doméstica, desde el trabajo pastoral, en comunión de los diferentes carismas y servicios que hacen vida en nuestra Iglesia Particular. Y para llevar a cabo esta Jornada se ha organizado un itinerario con prácticas sencillas que cada familia pueda realizar en su hogar viviendo la espiritualidad Trinitaria, Eucarística y Mariana. Y se han asignado los siguientes días para estas actividades: los Domingos, motivando a las familias a participar de la Eucaristía ya sea de manera presencial donde se pueda o a través de la radio, la TV o cualquier otra red social; los martes, un tema trinitario; los jueves, un tema eucarístico y los sábados, un tema mariano.
A mis queridos hermanos sacerdotes que pastorean una parroquia les exhorto a aprovechar esta oportunidad que nos brinda el Señor en este tiempo de pandemia. Nuestra misión es evangelizar y como dice el Papa Francisco debemos entregarnos “con todas nuestras capacidades y nuestra creatividad a la misión que Él nos confía” (Evagelii Gaudium 156) Debemos tener mucha creatividad para aprovechar estos momentos y buscar los medios para llevar la Buena Nueva del Señor a nuestros hermanos sedientos de Dios y de su amor.
A las muy queridas familias de nuestra Iglesia Arquidiocesana las invito a aprovechar este tiempo y esta jornada que les ofrecemos para vivir cada día más y mejor su vocación de Iglesia Doméstica como nos lo indica el Magisterio de la Iglesia. Al igual que la Iglesia Universal, la familia también está llamada a ser santa, no porque sea perfecta, sino por la Gracia de Dios que se derrama en ella. Sean testigos del amor y la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Ustedes por esta misma vocación están llamados a anunciar la fe por primera vez a sus hijos; están llamados a ser escuela de virtud y una comunidad de amor. Los Obispos de los Estados Unidos afirman: “Cuando los miembros de una familia rezan juntos, participan en un proceso de aprendizaje de por vida, se perdonan mutuamente, se sirven los unos a los otros, dan la bienvenida a los demás, afirman y celebran la vida y llevan la justicia y la misericordia a la comunidad, ellos se ayudan mutuamente a vivir la fe y a crecer en la fe.” (USCCA; 398)
Pongo en las manos de la Morenita del Carrizal esta Jornada de Evangelización de la Familia como Iglesia Doméstica y le digo: “María tómanos de la mano y llévanos a Jesús para hacer de nuestra Arquidiócesis una auténtica familia de Dios y de nuestro Falcón un hogar de justicia de libertad y de paz. Amen.”
Les ruego a los Párrocos lean esta carta pastoral en las misas dominicales después de haberlas recibido. Igualmente, les agradezco la estudien y comenten con sus grupos y familias, aprovechando las redes sociales.
QUE ARDA NUESTRO CORAZON EN COMUNION.
Los bendigo de todo corazón con afecto paternal.
En Santa Ana de Coro, el 30 de mayo del Dos Mil Veintiuno, en la Festividad de la Santísima Trinidad.
+Mariano José Parra Sandoval
Arzobispo Metropolitano de Santa Ana de Coro