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La Iglesia desde sus inicios ha proclamado la vida como un Don, es decir, como un regalo que no es merecido, pero que el amor de Dios sobrepasa todos los límites y es por ello que se nos otorga. Los Estados en sus Constituciones promueven la Vida como un Derecho Fundamental que no puede ser violado y se debe garantizar con todos los beneficios que la ley propone, pero ¿Qué sucede entre la vida como un Don y la vida como un derecho? ¿Realmente estas dos propuestas garantizan la plenitud de la misma?

Hoy podemos afirmar que la vida como un Don no se puede violar por ningún motivo, en esto queda enmarcado que el ser humano desde el momento de la concepción debe cumplir su ciclo de vida, es decir, se forma en el vientre materno, se desarrolla, nace, crece, se reproduce hasta que llega el momento de morir. Por lo tanto, nadie tiene la potestad de quitarle la vida a otro individuo y mucho menos quitarse su propia vida. Ya que el hombre no es su creador, sólo su administrador.

La vida como un Derecho estará sujeta a lo que el Estado decida según un pequeño grupo de individuos. Hoy podemos observar cómo en muchos países se han promovido leyes que van en contra de la vida, como lo son el aborto y la eutanasia, entre estos países tenemos: Argentina, Chile, España, China, Holanda, entre otros, donde estas aberraciones se proponen como leyes fundamentales.  Ante esto, es importante preguntarse ¿la vida es un derecho o un privilegio para el Estado?

No se puede proponer la vida como un derecho cuando se aprueban leyes como el aborto y la eutanasia, ya que estas van en contra de la vida. Por consiguiente, la vida deja de ser un derecho y pasa a ser un privilegio, porque es el Estado quien decide quién puede tener vida y quien no, a través de las leyes impuesta.

No se trata si un embrión o una persona o no, o si éste es independiente dentro del vientre de su madre, se trata de respetar la vida porque la misma naturaleza así lo expresa; el ser humano es persona desde el momento de la concepción y el Estado no puede quitarle esta cualidad, que es intrínseca a la vida de cada ser. El Estado está para garantizar el bienestar de todo ser vivo desde el momento de la fertilización, no para decidir por esa vida, ya que este no es un objeto, sino una persona que posee el mismo derecho de todo ser humano.

La Iglesia, por su parte, ha defendido la vida desde la concepción, ya que es una aberración atacar la naturaleza del ser humano. El principio de la vida es la dignidad y el primer valor es el respeto, si se falta el respeto a la dignidad de la persona estamos ante una sociedad en desvalorización de la vida humana. Es por ello, que la Iglesia lucha por el respeto a la dignidad del ser humano desde el momento de la procreación.

El Estado, cuando impone las leyes que atentan contra la vida humana, busca imponerse sobre la sociedad como aquel que tiene todo el poder para decidir sobre la humanidad, buscando poseer todo el poder necesario para oprimir al más débil e inocente. No se puede hablar de Derecho o de libertad cuando hay personas que no deciden, el Estado es el garante del bienestar y protección de cada ciudadano, cuando este hace lo contrario se convierte en un tirano. Y pasa a ser el primer enemigo de la vida humana. Dice Thomas Hobbes: “El hombre es un lobo para el hombre”, hoy más que nunca podemos constatar este enunciado, cuando vemos a los Estados que se sirven de la sociedad, pero que luego arremeten contra ella misma.

El Estado se convierte  en lobo cuando  acaba con las vidas de los inocentes que están por nacer y el único objetivo es poder tener el control poblacional, y a través de estas leyes buscan estabilizar su economía, es decir, el aborto se convierte en una comercialización donde la sociedad es la que sufre estas consecuencias y el Estado llena sus arcas mediante la venta de los fetos y convenios con las grandes industrias pro-aborto, incluso hasta niveles sorprendentes, tal como el caso de las recien creadas vacunas de Pfizet y Moderna de ARNm, contra el Covid-19,donde se están usando líneas de células fetales abortadas como la HEK-292 (Riñón Embrionario Humano -293) o de la vacuna Janssen Johnson & Johnson desarrollada a partir de células retinianas de un feto de 18 semanas abortado, que involucra no solo el asesinato original, sino la comercialización en curso del cuerpo de niños abortados.

La iglesia mediante los principios evangélicos denunciará la injusticia y el atropello que están viviendo los más vulnerables; como refiere San Juan pablo II: en la Encíclica Evangellium Vitae: “la Iglesia siente el deber de dar voz, con la misma valentía, a los que no tienen.  El suyo es el clamor evangélico en defensa de los pobres del mundo y de quienes son amenazados, despreciados y oprimidos en sus derechos humanos».

Redacción Eduardo José Aular Vargas.

Prensa Arquidiócesis de Coro

02 de junio de 2021