Hay encuentros que logran tener un significado real y profundo, y aunque para muchos resulte ser mera ilusión, para otros es una manera de valorar la oportunidad de conocer lo más importante de quienes se han permito tener apertura y disposición para contar su verdadera historia, mostrándose tal como son, sin filtros, ante el hecho de comprender que ellos son los verdaderos gestores de su proyecto de vida. Por eso, hoy conoceremos, a través de este material, un nuevo testimonio; nos adentraremos en el lado humano del sacerdocio.

“En la viña del Señor hay para escoger”, es una expresión entresacada de las Santas Escrituras y el argot popular la ha empleado para significar la variedad de personalidades que podemos encontrar entre los seres humanos. Pero, rara vez, hallamos personas que sean el vivo ejemplo de lo correcto, no sólo por su imponente figura, sino porque vive y disfruta serlo. El Pbro. Yofran Chirinos, sin duda alguna, cumple cabalmente con estas características, se podría decir, incluso, que es un catedrático de la ética y el ejercicio moral del sacerdocio. Un hombre de Dios que todos respetan por su impronta de verdadera vocación a su ministerio sacerdotal.

Yofran Antonio Chirino Hiraola, nació en Churuguara, estado Falcón, un 10 de noviembre de 1961, proviene de una familia de altos valores humanos y cristianos con base en la honestidad, la solidaridad, la obediencia y la rectitud, de ello deviene su peculiar afecto a vivir en el orden y la exigencia, no sólo para sí mismo, sino para quienes conviven con él, no con la intención de hacerlos presa de una radicalidad excesiva, sino por buscar que sigan el modelo de Jesús, tal como él suele hacerlo cada día.

Su infancia fue como la de cualquier niño, sin embargo, desde pequeño comprendió el valor del esfuerzo por conseguir el pan de cada día, pues, trabajó con su padre, quien era comerciarte y un hombre totalmente generoso y ejemplar. Su primera comunión la recibió a los 13 años y, desde entonces, se fue incorporando a la vida de servicio, comenzado con visitas a los enfermos, luego pasó a formar parte de la Legión de María, en la que pudo conformar un presídium juvenil, al cual llamó “Ideal de Santidad”. Posteriormente, fue sacristán de su parroquia, para después continuar un camino de fe que se edifica, hoy por hoy, en el sacerdocio.  

Hablando de su vocación…

Su adhesión a Cristo la cultivó con la adoración constante al Santísimo Sacramento del Altar y con la lectura diaria de la Palabra de Dios, acción que lo llevó a redescubrir su verdadera vocación: el sacerdocio. Orientado por su párroco, llega a los centros vocacionales, pero ante todo lo que vivía en estos encuentros, expresó: “Señor, esto es muy grande para mí”, por lo que intentó zafarse de este llamado diciéndole a su párroco que él no podía entrar al seminario porque le gustaban las mujeres y estaba enamorado, a lo que éste responde, en medio de una carcajada: “Eso no está mal, si me hubieses dicho lo contrario sí me hubiese preocupado. Para ser sacerdote hay que ser hombre, y al hombre le gustan las mujeres”, de esta forma comprendió que ya, de este compromiso, no podía escapar.

No obstante, tuvo ciertos inconvenientes para iniciar sus estudios como seminarista, hasta que un día su madre sufre un ACV (Accidente Cerebrovascular) y, ante la angustia, le exclama a Dios: “Señor, si mi madre sana de esta enfermedad, yo entenderé que esa será la señal de mi vocación al sacerdocio” y así fue; al llegar al Hospital de Coro, su madre ya no tenía absolutamente nada, había sanado por completo, siendo esta la señal que le permitió dar el “Sí” para toda la vida.   

Cursó sus estudios en el Seminario Santo Tomás de Aquino de Maracaibo, egresando en el primer grupo de sacerdotes que ordenaba esta casa de formación. Por su excelente preparación, Mons. Ramón Ovidio Pérez Morales, le propone, en su ordenación diaconal, la idea de ser parte del equipo de formadores del Seminario de Coro y, ante su asombro por tal petición, el Prelado le dice: “El Espíritu Santo te acompañará”, palabras con las que comenzó a ejercer su ministerio de amor, teniendo la oportunidad de cursar estudios de Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia, lo que permitió trabajar durante cuatro años en el tribunal judicial de esta ciudad. Luego, regresa a Venezuela y, desde entonces, ha tenido la gracia de pastorear como administrador parroquial a las comunidades de San Antonio de Dabajuro, Ntra. Sra. de la Merced de Coro, Ntra. Sra. del Carmen de Tucacas, y como párroco de las jurisdicciones eclesiásticas El Buen Pastor y la Basílica Menor Santa Ana, Catedral de Coro, en la que ejerce su apostolado actualmente.

El lado humano de Yofran Chirinos…

Ante la pregunta de cómo se definía como persona, respondió con singular firmeza: “Responsable, serio, disciplinado y ordenado”, aseverando que todos somos imagen de Dios y así debemos procurar ser, enfatizando también, que en muchas ocasiones lo han calificado de estricto en su forma de asumir su ministerio, sin embargo, él no lo ve así, sino que considera que debe haber compromiso ante el servicio que se presta y en la opción de vida que se ha elegido, expresando: “Soy exigente, porque mi modelo es Cristo y Él es exigente”.

Como todo ser humano, asegura tener defectos, y jocosamente expresó que uno de ellos es ser muy amplio en el hablar, pero que trabaja en eso para mejorar, no obstante, dice que si en una homilía, por ejemplo, es necesario dejar todo bien explícito, hay que hacerlo, como una manera de educar, corregir y de crear conciencia, aunque esto implique extenderse.

En respuesta a la interrogante si se enamoró alguna vez, expresó: “muchas veces” y que, de hecho, en una oportunidad le hizo una escena de celos a una niña que le gustaba en el colegio, aunque la chica no sabía que gustaba de ella. De igual forma, en su juventud, tuvo una relación de noviazgo con una joven de su pueblo, pero todas estas experiencias, aunque fueron bien vividas, le permitieron comprender que podía dar más desde otro estado de vida, explicando que muchas veces podemos probar las cosas humanas y las divinas, pero no es lo mismo, pues, en la adhesión a Cristo siempre deben prevalecer las cosas que vengan de lo alto.

Entre sus gustos resaltó la lectura frecuente, también le gusta escribir, don que ha cultivado en los últimos años de su vida y lo califica, jocosamente, como una locura, porque le ha permitido descubrir muchas cosas y esbozarlas a través de este arte que utiliza la palabra escrita para expresarse.

El sacerdote y yo…

¿Se puede separar el sacerdote de la persona que ejerce el ministerio? Fue la interrogante final de esta entrevista, a lo que respondió con contundencia: “No se puede, porque el sacramento del orden impregna carácter y reviste de forma espiritual a la persona y permanece en ella siempre”, resaltando que esto sólo se materializa cuando comprendemos que debemos vivir la vocación y no pretender vivir de ella, realzando que el sacerdote es universal y, si está claro en su ministerio, siempre se sentirá bien y feliz con ello, porque: “No se puede parecer ser sacerdote, se debe ser sacerdote”, teniendo en cuenta que si un cura obra según los impulsos del Espíritu Santo, es porque entendió la razón de su ministerio y nunca podrá separarlo de su persona. 

En efecto, cuando Dios elige a sus hijos para servirle es porque desea obrar en muchas personas a través de ellos, imprimiendo personalidades únicas que marcan la diferencia y sirven de modelo para los creyentes en la palabra, la fe, el amor y la pureza de vida, sabiendo que haciéndolo muchos se salvarán, como lo plantea la primera carta de Pablo a Timoteo, cosa que se refleja con claridad en la persona del Pbro. Yofran Chirinos que, ineludiblemente, se simboliza en el amor que le inyecta a lo que el Señor le ha encargado y que ha ejercido por 30 años. No se detiene en su trabajo pastoral, no se limita por cuestionamientos irracionales, ni por revoluciones sociales que pretenden desvirtuar el mensaje de salvación, por el contrario, defiende y deja claro que Dios necesita que tengamos coherencia en la fe para que nuestras obras generen grandes frutos.

En definitiva, es difícil mantener la atención por mucho tiempo sobre el discurso de una persona, pero gozar de esta conversación resultó ser una aventura impresionante, una oportunidad para comprender que no se puede subestimar el mandato de Dios y menos el ministerio que se ejerce, sólo hay que cumplirlo, teniendo orden, disciplina y claridad vocacional, viviendo en la verdad de Cristo en ser y no parecer.

Redacción José Alberto Morillo

Prensa Arquidiócesis de Coro

24 de junio de 2021