CARTA PASTORAL # 3
MARIANO JOSÉ PARRA SANDOVAL
ARZOBISPO METROPOLITANO DE SANTA ANA DE CORO
A los Sacerdotes, Diáconos Permanentes, Religiosos y Religiosas, Seminaristas, Catequistas, Comunidades Cristianas Parroquiales, Grupos, Movimientos Apostólicos y todos los fieles católicos de esta Iglesia Particular.
“Ay de mi si no evangelizo”. (I Co.9, 16)
Queridas hermanas y hermanos
Hoy 21 de Julio se celebran los 490 años de la creación de la Diócesis de Coro por la Bula “Pro Excellenti Præ Eminentia” del Papa Clemente VII. Su primer Obispo fue el sacerdote español Rodrigo Bastidas, hijo del conocido conquistador del mismo nombre. Así comenzó la organización de la Iglesia Católica en nuestro país. A este primer obispo le sucedieron otros diez pastores hasta ser trasladada la sede a la ciudad de Caracas. El año de 1867 por segunda vez, se crea esta diócesis, bajo el pastoreo de S. E. Mons. Víctor José Díez, pero, con una vida efímera de sólo dos años. Y es el 12 de octubre de 1922 mediante la bula “Ad munus” del Papa Pío XI que definitivamente se erige por tercera vez nuestra diócesis.
A estas dos efemérides se une otra fecha significativa para nuestra Iglesia particular de Coro. El próximo 27 de febrero del año 2023 celebraremos 300 años del hallazgo del Sagrado Lienzo de Nuestra Señora de Guadalupe del Carrizal.
Son tres momentos muy importantes en la vida de nuestra querida Arquidiócesis y que representan un signo de los tiempos que nos debe llevar a una profunda reflexión. La gracia de haber sido la primera sede episcopal de Venezuela y América del Sur nos llama a asumir un compromiso serio con nuestra misión.
Por esta razón, quisiera invitarlos a todos los bautizados a descubrir qué nos pide Dios en estas circunstancias en las cuales celebramos tres significativos momentos de nuestra historia. E indudablemente para ello debemos irnos a la esencia de la misión de la Iglesia fundada por el Señor Jesús.
- Una Iglesia Evangelizadora.
Dios, en su designio amoroso, quiso que su Pueblo, la Iglesia, iniciara de manera organizada la evangelización de nuestra patria por estas cálidas tierras falconianas.
El Apóstol San Pablo exclama con vehemencia “Ay de mi si no evangelizo” (I Co.9, 16). Esta frase debe ser para nosotros una llamada a la reflexión en este momento de nuestra historia, como Iglesia particular. La evangelización es la misión por esencia de la Iglesia y no podemos concebirla sin ella. La Iglesia vive para evangelizar. Por otra parte, un cristiano que no evangeliza no es aún un fiel seguidor de Jesucristo. Estamos llamados a ser una Iglesia evangelizadora y misionera.
Tampoco podemos quedarnos estancados en el tiempo. Tenemos, como nos lo dijo San Juan Pablo II, que evangelizar con “nuevos métodos, nuevas expresiones y nuevo ardor”. Desde Pentecostés la Iglesia ha llevado a término esta misión de evangelizar, pero, ha ido adaptándola a la situación de cada época. En estos momentos, vivimos una realidad que se caracteriza por un gran secularismo, una descristianización y un relativismo ético, que poco a poco van invadiendo a nuestro pueblo, especialmente a nuestros niños y jóvenes. Esta situación representa un desafío para la evangelización que, como Iglesia, debemos enfrentar. Tenemos que responder a estos retos porque de lo contrario, la fe de nuestro pueblo se irá apagando.
Ya San Pablo VI en su discurso final del Sínodo sobre la Evangelización nos invita a dar a este llamado “un impulso nuevo, capaz de crear tiempos nuevos de evangelización en una Iglesia todavía más arraigada en la fuerza y el poder de Pentecostés.” Y en su Exhortación “Evangelii Nuntiandi” nos dice: «<<Las condiciones de la sociedad —decíamos al Sacro Colegio Cardenalicio del 22 de junio de 1973— nos obligan, por tanto, a revisar métodos, a buscar por todos los medios el modo de llevar al hombre moderno el mensaje cristiano, en el cual únicamente podrá hallar la respuesta a sus interrogantes y la fuerza para su empeño de solidaridad humana»>>. Y añadíamos que, para dar una respuesta válida a las exigencias del Concilio que nos están acuciando, necesitamos absolutamente ponernos en contacto con el patrimonio de fe que la Iglesia tiene el deber de preservar en toda su pureza, y a la vez el deber de presentarlo a los hombres de nuestro tiempo, con los medios a nuestro alcance, de una manera comprensible y persuasiva.” (EN 3)
Es San Juan Pablo II quien introduce la expresión “Nueva Evangelización” e invita a la Iglesia a renovarse, conservando el depósito de la fe. También Benedicto XVI al crear el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización afirma que lo crea para promover una renovada evangelización.
Finalmente, el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” nos invita a ser misioneros de la Alegría del Evangelio pues “el bien siempre tiende a comunicarse”. Una nueva Evangelización “ofrece a los creyentes, también a los tibios o no practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora.” (EG11) El centro y la esencia de esta evangelización es “el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado. Él hace a sus fieles siempre nuevos; aunque sean ancianos, «les renovará el vigor, subirán con alas como de águila, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse» (Is 40,31). Cristo es el «Evangelio eterno» (Ap 14,6), y es «el mismo ayer y hoy y para siempre» (Hb 13,8), pero su riqueza y su hermosura son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de novedad.” (EG 11)
- Una Iglesia Misionera y en Salida
Unido a esta vocación evangelizadora, la Iglesia está llamada a ser misionera. El Concilio Plenario de Venezuela afirma: “La Iglesia o es misionera o no es Iglesia. Todo bautizado debe ser misionero. Lo que realmente se comunica y refuerza es que a todos debe alcanzar la vocación misionera de la Iglesia.” (PPEV 11)
La misión no es solamente fruto del mandato de Cristo (Mt 28, 16-20), sino que brota de la misma vida de la Trinidad. El “amor fontal” del Padre está al origen de la convocación de una Iglesia que existe para que siga adelante con la misión de comunicar su vida divina a la humanidad entera. La misión del Hijo es el paso más claro y, por supuesto el paso decisivo, en una obra que durante milenios Dios Padre viene realizando en favor de todos los pueblos de la tierra. En Jesucristo, la Iglesia encuentra su paradigma evangelizador, dejándose impulsar por el mismo Espíritu que alentó toda la obra de Jesús de Nazaret. Así pues, la persona misionera no está llamada como un individuo para una obra privada de índole excepcional, sino que participa de la misma misión divina encomendada a toda la Iglesia para bien del mundo entero.
El envío para anunciar la buena noticia del Evangelio es el último mandato de Jesús a sus discípulos antes de su ascensión al Cielo: “Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio, bautizando en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.” (Mt.28, 19) El propósito de Jesús para su Iglesia es prolongar la misión que Él realizó en el tiempo y extenderla por todos los pueblos de la tierra. Esta misión ha sido confiada a la Iglesia y la realizan todos sus miembros, cada uno según su vocación, su carisma, su lugar en la historia y las peculiares condiciones de su tiempo, pero afecta a todos.
El Santo Padre Francisco afirma que la Iglesia es en salida o no es Iglesia, y está «llamada a ser siempre la casa abierta del Padre». De modo que, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, «no se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas”. La Iglesia no es “una fortaleza cerrada”, sino “una tienda de campaña» capaz de «agrandarse para recibir a todos»: es una Iglesia en salida, «una Iglesia con las puertas siempre abiertas». (Catequesis del Papa del miércoles 23 de octubre de 2019).
Y añade que “salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad.” (EG 46)
El Papa nos recuerda que “hoy sigue siendo importante renovar el compromiso misionero de la Iglesia, impulsar evangélicamente su misión de anunciar y llevar al mundo la salvación de Jesucristo, muerto y resucitado”. (Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Misiones 2019)
- Dinamismo evangelizador.
Para ser una Iglesia evangelizadora, misionera y en salida es necesario plantearse un dinamismo evangelizador. Y el Santo Padre nos lo propone en su Exhortación “Evangelii Gaudium”, a través de cinco verbos: primerear, involucrarnos, acompañar, fructificar y festejar.
Primerear
Con este primer verbo, el Papa nos recuerda que Dios es quien toma primero la iniciativa en el amor de crearnos y redimirnos. “La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn.4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos.” (EG 24)
Y precisamente, partiendo de esa iniciativa de Dios, nos invita el Papa Francisco a que, como discípulos del Señor, también nosotros debemos tomar la iniciativa para el encuentro con nuestros hermanos, especialmente, los más necesitados y alejados y a reaalizar la obra evangelizadora con sentido misionero. En este mismo sentido el documento de Aparecida nos invita a convertir nuestra pastoral, pasando de una pastoral de conservación a una pastoral decididamente misionera. Y San Juan Pablo II nos exhortaba a lanzarnos “mar adentro”.
Primerear es arriesgarnos a salir al encuentro de todos, especialmente de los alejados. Sin miedo, sin prejuicios, sin condiciones y sin desánimo. Debemos tomar la iniciativa y entusiasmar a los demás desde nuestra propia experiencia al responder a la llamada de Dios.
Involucrarnos
Cuando primereamos necesariamente nos involucramos. “Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz.” (EG 24)
Involucrarse es acoger, es ir al encuentro de todos. Una Iglesia de acogida es lo que la gente anhela. La Iglesia que aspira ser el rostro de Jesús, debe ser entonces una Iglesia de brazos abiertos y corazón palpitante, con la palabra Bienvenido- Bienvenida puesta en alto en el umbral de su casa.
La Iglesia será, en verdad, una casa de acogida en la medida que sus moradores crean en la fuerza del Espíritu que a nadie niega su presencia y que a cada uno acoge desde lo más íntimo de su corazón, como “dulce huésped del alma”.
Somos sacramento de una Presencia. Dios se llama Enmanuel. Dios con nosotros. Una Iglesia que es sacramento de Cristo no puede sino caminar junto a su pueblo, involucrarse con él. No solo caminar al lado, sino caminar en el corazón del pueblo. No se necesita hablar mucho, sino que estemos y que seamos, como el Señor, el punto de referencia para el caminar del mundo. La Iglesia está llamada a acoger en todo tiempo y no solo a los “buenos” o a los que siempre han estado en ella. Con el amor del Padre misericordioso, la Iglesia madre acoge a los que el mundo margina y debe acoger hasta a sus mismos detractores.
El amor del cristiano debe ser como el de Jesús: abierto, amplio, concreto, singular, acogedor. Jesús fue un ejemplo de acogida, de alguien que se involucra. Él no solo acoge, sino que Él es acogedor (Mt. 5, 43-48; Lc. 6, 27-38). Involucrarse no es solo dar la mano. Involucrarse es una actitud permanente; es un clima de encuentro. Jesús no se queda en la apariencia, sino que penetra el corazón. Involucrarse no es una táctica, no es solo dinámica de grupos. Involucrarse es un acto de amor, gratuito, profundo, que se funda en la fe en el Dios de Jesucristo.
Acompañar
El Papa Francisco nos dice: “La comunidad evangelizadora se dispone a «acompañar». Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites.” (EG 24) Y más adelante nos recuerda: “La Iglesia necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario. En este mundo los ministros ordenados y los demás agentes pastorales pueden hacer presente la fragancia de la presencia cercana de Jesús y su mirada personal. La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —sacerdotes, religiosos y laicos— en este «arte del acompañamiento», para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5).” (EG 169)
Acompañar es permanecer en el amor. Es prolongar en el tiempo y en el espacio la acogida y la animación. Acompañar es la fidelidad puesta en acción. El acompañamiento, como la acogida y la animación, no se dirige solo a las personas sino también, es necesario acompañar a las comunidades. (Cf. Filp. 1, 3-11.)
Es hermoso amar, Es más difícil permanecer en el amor. Es emocionante amar. Es más difícil ser fieles al amado. Es entusiasmante amar. Es más difícil perdonar. Y nadie puede decir que ha llegado al amor a menos que haya pasado por el crisol del perdón. El acompañamiento es precisamente esto: “como mi Padre me ama, así los he amado yo: permanezcan en ese amor que les tengo.” (Jn. 15, 9) Evangelizar sin acompañar es como un saludo a la bandera.
Para que logremos una efectividad en la evangelización y obtengamos frutos de la misma es necesario, en primer lugar, tener una gran confianza en la acción del Espíritu Santo. Es esencialmente su obra. Nosotros somos meramente instrumentos. Debemos evangelizar en nombre del Señor.
Fructificar
Es importante que en toda evangelización se tenga bien clara la intencionalidad de dar fruto. El Santo Padre así nos lo indica: “Fiel al don del Señor, también sabe «fructificar». La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora.” (EG 24)
No podemos evangelizar simplemente porque es algo que nos dicen que es nuestra responsabilidad, pero, sin poner atención a los frutos que queremos lograr. Este es un peligro que podemos tener: pensar que lo único importante es sembrar y quedarnos en ello. Por eso, este dinamismo unido a los anteriores, pero, especialmente al acompañamiento, nos ayudará a hacerle seguimiento a nuestra labor evangelizadora afinando y madurando los frutos y evitando que haya quien siembre cizaña que entorpezca la siembra de la semilla.
Para lograr los frutos necesitamos mucha perseverancia. Tenemos que permanecer atentos a la semilla que hemos sembrado, cuidándola, regándola, abonándola, protegiéndola de la cizaña hasta que el fruto madure. Esta perseverancia nos libra de otro peligro que nos acecha con mucha frecuencia: el desaliento. Quizás por nuestra idiosincrasia queremos con mucha frecuencia ver los resultados de nuestro trabajo de manera inmediata. Nos cuesta pensar a largo plazo. Y el tiempo de Dios es perfecto y nosotros somos simplemente sus instrumentos. Es Él quien hace la obra.
Festejar
Este camino de la evangelización tiene un momento también importante que es la celebración gozosa y alegre de cada paso que se da y de cada pequeña victoria que se logra con la ayuda del Espíritu. El Papa nos lo recuerda: “La comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo.” (EG 24)
Nuestra evangelización debe también tener esta dimensión celebrativa. En la liturgia y en otras expresiones reconocemos y celebramos la acción salvífica de Dios. La liturgia es la celebración gozosa de un pueblo que reconoce el hecho salvífico de la Pascua del Señor. De allí la necesidad que nuestras celebraciones sean expresión viva de nuestro trabajo evangelizador.
- Orientaciones.
Para celebrar estos acontecimientos tan importantes para nuestra Iglesia Particular convoco, en primer lugar, a todos los bautizados a celebrar un tiempo jubilar que comienza hoy, 21 de Julio de 2021, hasta el próximo 27 de febrero del 2023.
Para esto, le pido a mis hermanos sacerdotes que se sientan auténticos pastores en sus zonas, parroquias y vicarias y sean cercanos con sus hermanos sacerdotes y sus agentes laicos y los invito a que todas las actividades pastorales que planifiquen tengan la clara meta de la evangelización. Sean ustedes los primeros que en sus parroquias tomen con mucho ánimo y como algo propio la evangelización. Los exhorto a que se conviertan en los primeros y principales animadores de la dimensión misionera de sus parroquias.
Las Zonas pastorales se deben fortalecer como espacios de crecimiento e interrelación, con la incorporación de los laicos en aquellas zonas donde todavía no se acostumbra esto.
Para la evangelización es necesario crear en cada parroquia las siguientes estructuras de participación: Consejo Pastoral Parroquial, Consejo Económico Parroquial y el Equipo Parroquial de Animación Pastoral.
Al Secretariado de Pastoral Familiar le exhorto a que refuerce cada día más la Jornada de Evangelización de la Familia Doméstica que ya hemos comenzado en nuestra arquidiócesis, de tal manera que cada día incorporemos más familias a la propia evangelización como Iglesia Doméstica.
En cuanto a la Catequesis, tan importante en nuestra labor evangelizadora, le pido al Secretariado Arquidiocesano que haga los esfuerzos suficientes para que se aumente el número de los catequistas y se consolide la escuela de formación de los mismos. Igualmente hago un llamado en este sentido para que se implemente en todas las parroquias el Itinerario Catequístico mandado por el Concilio Plenario de Venezuela.
La Pastoral juvenil y la vocacional se deben consolidar con programas que ofrezcan oportunidades de discernimiento vocacional y espacios de participación para los jóvenes en cada una de las parroquias de nuestra Arquidiócesis, aplicando de igual manera las orientaciones del documento del Concilio Plenario de Venezuela al respecto.
La Pastoral Social siempre ha sido muy importante en la labor evangelizadora de la Iglesia y, aún más en la situación actual de nuestro pueblo; por lo que invito a este Secretariado a reforzar y aumentar los proyectos de trabajo concretos que den respuestas a las necesidades de la gente, especialmente en la promoción de la conciencia social del laico y la defensa de los Derechos Humanos.
El Secretariado de Misiones debe constituirse en el primer y principal promotor del espíritu misionero que impulse a todos los agentes de pastoral a ser Iglesia en salida. Hay que recuperar el ímpetu misionero que siempre ha caracterizado a nuestra Iglesia Particular de Coro.
La Pastoral Educativa y Universitaria tienen una misión muy importante en estos momentos que vivimos pues, debe promover una profunda evangelización en el mundo de la educación tan golpeado por las circunstancias. La educación y la familia son los pulmones de la formación en valores.
Exhorto al Secretariado de la Comunicación en comunión con Radio Guadalupana 105.1 FM y todas las demás radios católicas a elaborar micros con mensajes evangelizadores en todas las redes sociales y medios de comunicación. No podemos obviar, en estos momentos tan especiales, la importancia, por su alcance, de todos estos instrumentos. Igualmente, les encomiendo la creación en cada parroquia de un equipo de Comunicación que difunda en su comunidad la Buena Nueva a través de estas redes comunicacionales.
En cuanto a los Agentes de Pastoral en general, es necesario que se creen y consoliden espacios de participación que ofrezcan oportunidades de formación a nivel parroquial, zonal y arquidiocesano, con el fin de contar con una mayor cantidad de agentes de pastoral disponibles y formados para la evangelización de nuestra Arquidiócesis. Para lograr este objetivo delego al IFAQ y al Instituto de Teología a Distancia a fin de que ayuden en esta formación.
El camino que nos toca todavía transitar en la implementación de nuestro Proyecto Arquidiocesano de Renovación Pastoral es largo y con muchos obstáculos, pero, traigo de nuevo a la memoria la frase de Jesús en el Evangelio y que el Papa San Juan Pablo II nos recordó con insistencia: “Duc in altum”, “Remen mar adentro”.
No perdamos el entusiasmo, el ardor y la esperanza. El Señor nos acompaña en este camino y La Morenita del Carrizal camina a nuestro lado guiándonos en la construcción del Reino de su Hijo muy Amado.
QUE ARDA NUESTRO CORAZON EN COMUNION.
Los bendigo de todo corazón con afecto paternal.
En Santa Ana de Coro, el 21 de julio del Dos Mil Veintiuno, en el Aniversario de la creación de la Diócesis de Coro
+Mariano José Parra Sandoval
Arzobispo Metropolitano de Santa Ana de Coro