Hay quienes crecen con una idea de servicio bastante clara y ajustada a la necesidad del pueblo de Dios. Hay quienes buscan lucrarse del servicio que prestan y no benefician al pueblo de Dios. Sin duda, esta última está lejos de funcionar como un servicio, pues, este aspecto de la vida siempre estará asociado a poner por obra lo que hemos aprendido del Maestro Jesús, un modelo exigente, pero que conduce a la felicidad plena, por hacernos sentir que somos útiles en la acción evangelizadora de la Iglesia, que es caridad, entrega y esperanza.
El Santo Padre Francisco, nos ha hablado de los “santos de la puerta de al lado”, los “santos de la clase media”, y precisamente se refiere a las personas que, con su espíritu de servicio, personalidad humilde y sencilla, son el rostro auténtico de Cristo, son el reflejo de la verdadera santidad, ayudando al resto de sus hermanos, con su testimonio, a rescatar lo que por esencia deben ser: santos. El servicio, indiscutiblemente, es una manera de hacerlo, y como ejemplo de ello, conoceremos el lado humano del Excmo. Mons. Mariano José Parra Sandoval, nuestro protagonista de la historia de hoy.
Nació el 25 de abril de 1947 en Maracaibo, estado Zulia. Hijo de Hugo Francisco Parra León y Cira Elvia Sandoval de Parra, quienes tuvieron cinco hijos, formando así una familia de grandes y acentuados valores cristianos, que contribuyeron a hacer de sus hijos, hombres y mujeres de bien, siempre con visión de futuro asociada al servicio y la ayuda al más necesitado. Una familia para la cual Jesús Eucaristía tenía una particular relevancia, por lo que asistían todos los domingos a Misa, propiciando, de esta formar, la adhesión que Mons. Mariano Parra tiene por Cristo en la hostia consagrada.
Su infancia transcurrió normalmente como la de cualquier niño de su época, entre juegos, diversiones, obediencia y estudios, pero algo que marcó su vida y que le enseñó precisamente su padre, fue el servicio. Él era médico y no ejercía para lucrarse, sino para ayudar a las personas. Esa cercanía y su desprendimiento para con el necesitado, ayudó a Mons. Mariano a comprender el valor tan importante que tenía el servir desde el amor y la verdadera vocación.
El llamado vocacional.
Su inquietud vocacional deviene de la presencia de dos figuras sacerdotales entre los miembros de su familia: Mons. Mariano Parra León, tío paterno; y el Pbro. Luis Sandoval, tío materno, quienes, junto al resto de su familia, por demás religiosa, influyeron, con su ejemplo y testimonio, en el discernimiento vocacional del joven Mariano. Discernimiento que comenzó de muy niño, cuando apenas estaba en 5to grado de primaria en el colegio San Luis Gonzaga de Maracaibo, direccionado por los padres Jesuitas, dado que ya a esta etapa de su vida, tenía el deseo de ser sacerdote, por lo que Mons. Roberto Lückert León, seminarista para aquel entonces, se enteró y quiso incorporarlo al seminario menor, pero sus padres se negaron, asegurando que era conveniente esperar un año más para que, con un grado de madurez mayor, éste pudiera decidir qué quería para su vida.
Al finalizar la etapa de primaria, sus padres le consultaron si deseaba ingresar al seminario, a lo que él respondió que sí, que quería ser sacerdote, y fue así como comenzó una vida de entrega, abandono y servicio, cursando parte de la secundaria en el seminario menor de Maracaibo, en el que se destacó por ser un estudiante de excelentes calificaciones, para luego culminar el bachillerato en el seminario menor de Caracas, en el que tuvo que discernir si quería continuar su camino de formación en el sacerdocio, o, bien, desistir y emprender un nuevo transitar en el ámbito profesional, pero comprendió que Dios lo llamaba a eso y siguió su trayecto al seminario mayor de Caracas, en el que cursó la filosofía y dos años de teología, para después irse a Cumaná a un año pastoral, tiempo en el que surgió la propuesta de culminar la teología en Estados Unidos en el seminario San Bernardo de la ciudad de Rochester, estado de Nueva York, por medio de una beca. Y así fue, viajó, culminó sus estudios, fue ordenado Diácono, regresa a Venezuela y el 14 de agosto de 1971 fue ordenado sacerdote.
Su ministerio sacerdotal lo comenzó a ejercer en la para entonces Diócesis de Cumaná, tuvo la oportunidad de ser párroco, asesor de la pastoral juvenil, rector del seminario mayor, entre otras responsabilidades que fue asumiendo a lo largo de los 20 años de su permanencia en esta instancia eclesial, para luego asumir la dirección del Departamento de vocaciones, seminarios y diaconado permanente de la Conferencia Episcopal Venezolana. Así como estos, el Señor le fue otorgando otros espacios donde supo ser un buen servidor, hasta su consagración como Obispo de la Diócesis de San Fernando de Apure, el 08 de octubre de 1994, en la que estuvo hasta el año 2001 cuando lo nombra Obispo de la Diócesis de Ciudad Guayana, sin saber que posteriormente se le sería otorgado el honor de ser el Arzobispo de la Primada de Venezuela: la Arquidiócesis de Coro, en la que permanece desde el 14 de enero de 2017.
El lado humano de Mariano José Parra Sandoval.
Muchos de los que hemos tenido de la oportunidad de compartir con Monseñor Mariano, reconocemos su humildad por su cercanía con la gente, por tanto, es inevitable no sentirse acompañado y apreciado por un buen pastor. Por eso, ante la pregunta de cómo se definía, éste respondió que es una persona lo más normal posible, que le gusta mucho servir, haciendo alusión a que esa es la razón de su lema episcopal “No vine a ser servido sino a servir”, reconociendo, a su vez, su condición humana de pecador, sintiendo, en ocasiones, que no ha cumplido con el servicio como quisiera y que considera que se ha equivocado varias veces, pero, ante todo, ha tenido apertura para aprender de sus errores, sintiéndose acompañado por Dios, asegurando que el Señor le ha dado muchos regalos y de los cuales se siente indigno de recibir por creer que no le ha respondido como Jesús espera.
Le gusta convivir con la gente sencilla, saber y conocer sus historias, ayudarlas y prestarles su servicio. Con la juventud tiene un especial afecto, pues su vasta experiencia en pastoral juvenil, le ha permitido donarse a los jóvenes desde su sencillez y comprensión, además de su facilidad para adaptarse a cualquier generación, respondiendo siempre con docilidad y sin prejuicios sociales, hablándoles desde el evangelio y la caridad.
Asegura que como obispo y sacerdote se conforma con lo que Dios le ha dado, y ahora que cumple 50 años de sacerdocio, vive planamente su ministerio, aun con sus defectos y errores, los cuales asume y sigue adelante buscando siempre mejorar para agradar a Dios todopoderoso. Le conmueve el dolor de la gente: el de la enfermedad, en de la pobreza, el de la indiferencia; le conmueve no poder hacer nada ante estas situaciones cuando el momento, el contexto o las circunstancias no se lo permiten. Así mismo, le duelen las mentiras, por ello apuesta siempre por la sinceridad y la honestidad como punto de partida para solucionar cualquier problema. Su gusto por la música le ayuda a relajarse y tener mejor ánimo ante los desafíos diarios, pero de una forma muy particular, pues, lee y escucha música al mismo tiempo.
El sacerdote y yo.
“El sacramento es una gracia que Dios nos da”, de esta forma comenzó a responder a la pregunta clave de este espacio, de si es posible separar el sacerdocio de la persona de Mariano Parra, para continuar diciendo que “aunque el orden es un sacramento, eso no quiere decir que nos quite nuestra naturaleza humana”, por lo que, aseguró que no es posible separar el sacerdote de la persona que lo ejerce, expresando que él ha procurado ser lo que es como persona, como sacerdote y como obispo. Sí considera que ciertas cosas y conductas se modifican una vez se es ordenado sacerdote u obispo, pero en esencia, se sigue siendo la misma persona, porque precisamente el ministerio es parte de su esencia y eso es difícil de separar.
En conclusión…
Saberse servidor de Cristo es una gracia que el mismo Cristo infunde en quienes deciden escuchar su llamado y materializarlo en la acción evangelizadora, caritativa y pastoral que pueden ejercer en sus ministerios, principalmente aquellos que han sido escogidos por el Señor para el sacerdocio. Aunque sea difícil el camino, ya haber dicho sí permite que esa misa gracia permanezca hasta el fin del largo trayecto que se recorre hacia la salvación eterna.
A propósito de sus 50 años de sacerdocio, Mons. Mariano Parra, estableció tres cosas importantes: en primer lugar, ser agradecido por lo que Dios le ha concedido, puesto que considera que no es digno de ser sacerdote y mucho menos de todo lo que el Señor le ha dado a través de su ministerio; en segundo lugar, el pedir perdón por los errores y fallas que ha cometido al largo de estos años de servicio; y, en tercer lugar, asumir el compromiso de cada día vivir mejor su sacerdocio.
Quiso ser psicólogo y no pudo, logró ser educador y tiene la satisfacción de haber ejercido, pero, sin duda alguna, ser sacerdote fue su mejor opción de vida, en ella ha encontrado felicidad, esperanza y fortaleza, y en la misma medida otros han encontrado estas cosas gracias a su orientación, dedicación y compañía. Es, efectivamente, un buen pastor con olor a ovejas, por quienes trabaja y se desvive desde su ministerio sacerdotal, afirmando: “Soy el que soy y sirvo para lo que soy”.
Redacción: José Alberto Morillo
Prensa Arquidiócesis de Coro
13 de agosto de 2021