Monseñor Francisco José Iturriza Guillén, Padre de la modernización de Falcón, es un caso paradigmático de la síntesis entre Fe y Cultura, un altísimo ejemplo de evangelización de la cultura. La estatua del prelado «frente al Ateneo de Coro» es un símbolo de como hizo presente el Evangelio fuera de los templos, más allá del interior de la Iglesia.
No se limitó a un servicio dentro de la Iglesia, aunque cabe destacar que también en ello fue admirable. En efecto, recibe aproximadamente veinte parroquias y deja cuarenta y dos, consigue menos de veinte sacerdotes y entrega cincuenta y dos, funda colegios católicos, trabaja en la creación de un museo, termina la construcción de la catedral de Cumaná, etc.
Para este Pastor el horizonte de la evangelización era amplio, no se limitaba a la Iglesia, no podía ser autoreferencial. Concebía que el Evangelio debía ser el fermento que transformara cada realidad donde estuviera presente el falconiano, más aún, el venezolano, porque se debe recordar que también sirvió como Administrador Apostólico en la Diócesis de Cumaná, que para entonces comprendía los Estados Sucre y Nueva Esparta.
La integralidad de la labor evangelizadora del Obispo humanista es evidente: presidencia de la Junta Promotora del Banco de Fomento Regional de Coro, Presidencia de la Sociedad Bolivariana de Coro, promotor para la formación de la Universidad de Coro, del Instituto Universitario Tecnológico, de la Biblioteca de Autores y Temas Falconianos, de la Clínica Don Bosco, del Hotel Miranda, de la Entidad de Ahorro y Préstamo, entre otros.
Con olor a pueblo, el Obispo que se reúne con la aristocracia empresarial y política de Venezuela para mejorar las condiciones de vida de sus fieles es el mismo que viaja a lomo de mula para pastorear el rebaño a él encomendado. Sin duda un Pastor integral, como integral es el hombre, que supo leer los signos de los tiempos y responder a ellos desde una evangelización de las realidades humanas, especialmente las de los pobres.
Reconociendo en Monseñor Iturriza un evangelizador de los pobres y de la cultura, el Papa Pablo VI le escribe en 1978: “los pobres y necesitados tuvieron la mejor parte de tu celo. Con tu agudo ingenio te adelantaste a las necesidades de los tiempos de modo que proveiste adecuada y oportunamente con habilidad al bien espiritual, intelectual y social de los fieles a ti entregados”.
El Pastor que evangeliza sabe que su ministerio no se agota en la celebración de los sacramentos, en la comodidad de un despacho, en el ambón que se levanta frente a los pocos fieles que acuden a los templos. Como Monseñor Iturriza, debe estar entre el pueblo, en medio de ricos y pobres -haciendo una opción preferencial por los últimos-, ser protagonista de sus luchas sociales, proveerles del bien intelectual, además del espiritual.
Pero el caso paradigmático de Monseñor Iturriza, su ejemplo de evangelización de la cultura, no debe ser un modelo únicamente para los pastores de la Iglesia, sino de todo el Pueblo de Dios, especialmente para los laicos, llamados a ser fermento del Evangelio en medio de las realidades temporales que viven: educación en crisis, hambre, desnudez y muerte por falta de recursos para cubrir gastos médicos, entre otros.
Monseñor Iturriza, hombre de Fe y Cultura, así como los obispos de Roma: Pablo VI y Juan Pablo II, permeó de Evangelio las más diversas realidades humanas (el mundo de las artes, del trabajo, la educación, etc.).
Una vez escuché a un sacerdote preguntar qué sería hoy de Coro sin Iturriza. Me parece que no hay falacia ni presunción en la pregunta, por el contrario, son un verdadero reconocimiento de la labor evangelizadora del Padre de la modernización de Falcón, que ningún falconiano sensato negaría. Pero para darle actualidad y buscando interpelar, le añadiría dos más: ¿Dónde están los hijos de este Padre? ¿No estamos sobre exigidos por la realidad actual , como lo estuvo Iturriza en su tiempo, a evangelizar la cultura?
Redacción: Pbro. Alberth Márquez
Prensa Arquidiócesis de Coro
05 de marzo de 2022