Radio Guadalupana Online

“Y si, lector, dijeres ser comento
como me lo contaron te lo cuento”.
Juan de Castellanos.

Según investigaciones del Pbro. Octavio Petit citado por Sánchez (1970) desde antes de 1410, ya existían una comunidad de indios caquetios que habitaron la extensión de tierras árida y desierta de medanales, entre vientos cálidos, tunas y cujíes, dichas tierras la apodaron Curiana o Coro. Un siglo más tarde la tribu era gobernada por el Cacique Manaure, quien conoció la existencia de Don Juan de Ampíes entre los años 1522 o 1523, y le solicitó por medio de sus aliados su ayuda por un problema de secuestro de su familia y tribu en Santo Domingo. Ampíes le ayudó y le rescató a su gente en 1525, y desde ese momento, el español aragonés se ganó el respeto de los caquetios (Sánchez, 2020). Cuando Ampíes desembarcó en las tierras de Curiana “a comienzos del mes de julio 1527” (Gasparini, 1994), el Cacique Manaure lo recibió con honores y le ofreció sus joyas y frutos de sus cosechas. Finalmente quedó un pacto entre los dos hombres y se llegó a concretar la fundación de la ciudad, el 26 de julio de 1527, con el nombre de Santa Ana de Coro (Reyes, 1953).


Dicha fundación lo confirmó José de Oviedo y Baños (1723): “…buscado el sitio que le pareció más a propósito, el día de Santa Ana del mismo año de 1527, fundó una ciudad, a quién por estas circunstancias, y ser en la provincia Coriana, intituló Santa Ana de Coro…”. Ampíes, siguiendo la usanza española, tomó del santoral católico a Santa Ana como nombre de esa ciudad en América y agregando como el “apellido” el topónimo de origen indígena llamado Coro, que en lengua indígena caquetía (para algunos conocedores) se traduce en ciudad de los vientos. Según Castellano citado por (Arcaya, 1977) “quiere decir en lengua generosa/ y así es aquella tierra muy ventosa”. Esta es la primera manifestación documental del nombre de la ciudad.


Al siguiente año siendo el 23 de noviembre de 1528 día de San Clemente, Papa (Arcaya, 1977) se celebró la primera misa cantada y se bautiza el cacique Manaure, su familia y su tribu, siendo testigo Juan de Ampíes y su sequito. López (1993) justamente en la ribera del río Coro debajo de las ramas del árbol de cují. Dicha celebración la ofició “el padre Mercedario Antonio Merino que servía de capellán en la expedición de Juan de Ampíes”.
Con esta primera población se erigió la primera Diócesis el 21 de julio de 1531 “con título de ciudad al pueblo llamado Coro” por medio de la Bula del papa Clemente VII: “Pro Excellenti Praeeminentiala”, y se nombra al “primer Obispado erigido en Venezuela y en el continente suramericano” (Gasparini, 1994). Y el mismo Papa designó Obispo a Don Rodrigo de Bastidas o de las Bastidas, “hijo del conquistador del mismo nombre, para asumir la mitra de la ciudad, apenas tenía 27 o 28 años de edad” (Arcaya, 1977). Este joven prelado se encontraba en Madrid cuando lo designaron Obispo, y según requerimiento de los reyes de España, tenía que proceder a erigir la Catedral “con todas sus providencias canónicas, según las mismas letras apostólicas» (Sánchez, 1970). Éste llega a Coro por primera vez el 27 de junio de 1534, ocupándose de los problemas existentes entre los vecinos del lugar (López, 1993).


En el año de 1534 por medio del gobierno de la reina Doña Juana y su hijo el rey Carlos V, y con la bendición de la misma iglesia, ya estaban en la ciudad dos frailes franciscano, uno predicador llamado Don Juan Rodríguez Robledo (primer Deán) y el otro para la enseñanza de la doctrina cristiana quien fungía como primer Chantre de nombre: Don Juan Frutos de Tudela. (Gilson, 2018) para que se hagan cargo del “funcionamiento en la pureza de la fe” y para que se creare algo semejante a un cabildo eclesiástico.


Posteriormente, la silla episcopal sigue siendo utilizada después del obispo Bastidas para los siguientes obispos que eran de congregaciones religiosas entre dominicos y franciscanos, quienes gobernaron eclesiásticamente la ciudad de Coro. Mientras éstos hacían las actividades pastorales se fue edificando la catedral, entre las miradas de los gobernantes extranjeros y las inesperadas presencias de los piratas franceses e ingleses quienes saquearon y destruyeron todo a su paso (González Batista, 2006). Los habitantes corianos volvieron a levantarse y el cabildo eclesiástico cumple lo prometido de presentar a la comunidad su iglesia catedral en 1636, pero en ese mismo año por insistencia del Obispo Juan Agurto de la Mata y por mandato del rey de España Felipe IV le arrebatan a los clérigos y laicos su dignidad catedralicia, y ordena que la sede se dirija a Caracas, quedando la nueva edificación sagrada coriana en una simple iglesia parroquial o matriz.

Redacción: Dr. Nohé Gonzalo Gilson Reaño.

Prensa Arquidiócesis de Coro

30 de julio de 2022