Pan de Vida 06/05/2020

PRIMERA LECTURA
De los Hechos de los Apóstoles 12, 24–13, 5a

La Palabra de Dios se difundía y propagaba. Bernabé y Saulo, por su parte, después de haber prestado ayuda en Jerusalén, regresaron a Antioquía llevando consigo a Juan, apellidado Marcos. En la Iglesia de Antioquía había algunos profetas y maestros: Bernabé, Simón, llamado Níger, Lucio, el cireneo, Manahén, compañero de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo. Estaban ellos celebrando la liturgia y guardando el ayuno, y el Espíritu Santo les dijo: “Resérvenme ahora mismo a Bernabé y a Saulo para la misión a que los tengo destinados”. Así pues, terminado el ayuno y la oración, les impusieron las manos y los despidieron. Ellos, con esa misión del Espíritu Santo, bajaron al puerto de Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre. Llegados a Salamina se dedicaron a predicar la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 66
R/. Que te alaben, oh Dios, todos los pueblos de la tierra.

• El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R/.
• Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra. R/.
• ¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga, que le teman hasta los confines del orbe. R/.

EVANGELIO
Del Evangelio según san Juan 12, 44-50

Cuando concluía su actividad pública, hizo Jesús esta declaración: “El que cree en mí, no cree en mí sino en el que me envió, y el que me ve, ve al que me envió. Yo vine para ser luz del mundo, y así el que crea en mí no quedará en tinieblas. Al que escuche mis palabras y no las obedezca yo no lo condeno, porque no vine a condenar al mundo sino a salvarlo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo condene: las palabras que yo he dicho son las que lo condenarán en el último día. Porque yo no he hablado por mi propia cuenta, sino que el Padre, que me envió, me ordenó lo que debo decir y cómo he de hablar. Yo sé que su mandato es vida eterna. Lo que yo hablo, lo hablo según me lo ordenó mi Padre”.

Palabra del Señor